Enrique Domínguez. Economista.
Si hay un sector económico que ha sufrido de manera más intensa la crisis económica, que no está superada del todo, es el de la construcción, sobre todo de viviendas.
Pasaron aquellos años en los que los pisos se compraban sobre plano y que cada día subían de precio; muchos estudiantes abandonaban las estudios para trabajar en el sector y ganarse un buen sueldo haciendo horas extras;
cualquiera se metía a empresario porque el beneficio era casi inmediato; se proyectaban PAIs con miles de viviendas y se invertía en fincas rústicas potencialmente recalificables a suelo residencial; casi todos los ayuntamientos contaban con ingresos extra muy sustanciosos que se invertían en obras sin, muchas veces, tener en cuenta los costes de su mantenimiento; y la figura del concejal de urbanismo era fundamental.
Pasaron los años de la especulación (69.297 viviendas visadas entre 2005 y 2008 en la provincia de Castellón) y solamente quedaron los buenos empresarios (4.609 viviendas visadas entre 2009 y 2014 en la provincia) y
bastantes edificios y obras sin concluir. Esas cifras hablan por sí solas de la intensidad de la crisis.
Pero el sector debe continuar; su futuro está en adaptarse escrupulosamente a las necesidades del mercado, en invertir en formación, en profesionalidad y en calidad; en ser auténticos empresarios.
Y esperar no caer en una nueva burbuja inmobiliaria. Dos noticias como muestra: el pasado agosto se escribía en un medio regional, “Los promotores ya venden el 70% de los pisos de València sobre plano por la alta demanda”; y a finales de octubre “Los agentes de la propiedad alertan de que vuelven las hipotecas por el 100% del valor de algunos inmuebles en la provincia de València”. ¿Tropezaremos de nuevo con las mismas piedras?
