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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

Política fiscal municipal ante la Covid-19

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Rafa Segarra. Concejal de Podem en Moncofa. 
Cuando a una receta se le otorgan propiedades casi milagrosas, en cualquier situación, debe alertarnos del más que posible engaño al que nos estamos enfrentando. La derecha ideológica ha encontrado esta receta, su ya famosa “bajar impuestos crea empleo”.

En Economía no existen estas recetas mágicas. Si así fuera, no habría impuestos, y todo funcionaría de maravilla. No es todo tan sencillo. Incluso, cuando se habla de subir impuestos o de disminuirlos, deberíamos preguntarnos qué impuestos y a quién va a beneficiar o perjudicar.

Además, las bajadas de impuestos, cuando se producen, pueden generar crecimiento económico (siempre que se gaste el ahorro en impuestos por parte de los beneficiados), pero a costa de una mayor desigualdad. En cambio, una mayor inversión pública genera crecimiento económico (y si no se destina a Fórmula 1 ni a pagar a estatuas ni aeropuertos) tiene un impacto importante en la reducción de la desigualdad. 

¿Tiene sentido bajar impuestos en el ámbito local?

Cuando un Ayuntamiento baja el IBI, el hecho de disponer de más dinero en nuestros bolsillos nos puede alegrar, pero esta medida no siempre es la más indicada en cualquier situación. No hace falta recordar que este impuesto suele ser la mayor fuente de ingresos propios de los entes locales y que cualquier modificación en el mismo supone un impacto presupuestario considerable. Y, ante esta circunstancia, la siguiente cuestión sería la de qué se va a dejar de hacer, lo que llamamos, coste de oportunidad. En una crisis como la actual, donde los ayuntamientos van a vivir las consecuencias de primera mano, no pensamos que disminuir los ingresos sea una política adecuada.

El alcalde de Moncofa, Wenceslao Alós, afirmaba en una tribuna en este mismo periódico lo siguiente: “Frente a una política de subida de impuestos del Gobierno Central (...), la política de disminución de impuestos que pone en marcha el PP (en Onda, en Madrid o en Moncofa) atrae inversiones, empleo y población”. Sin valorar lo poco mesurada de esta comparación, hoy por hoy, todos estamos observando de manera bastante clara lo que le ha supuesto años de gobierno bajo estas premisas ideológicas a Madrid, capital y Comunidad. Unos servicios públicos, raquíticos, tras años de infrafinanciación que difícilmente pueden hacer frente a circunstancias sobrevenidas como la pandemia o que, después de más de una semana, Madrid haya estado colapsada por el temporal.

En cambio, ante la incertidumbre generada por esta crisis, una política de inversión pública en proyectos que mejoren el atractivo del municipio para inversiones con impacto social y medioambiental parece ser un camino más complicado para quien piensa que su pueblo sólo es atractivo si es barato. Invertir en servicios sociales no es lo mismo que en gasto social y, para ello, se necesita que quien más pueda más contribuya como afirma la Constitución española.

Es probable, que tras esa fe desmedida en esta receta se escondan dos conceptos bastante más humanos como son el egoísmo y la incapacidad. El egoísmo de defender a los que más tienen para que participen, aún menos, en el sostenimiento de lo público. Y la incapacidad de disponer de proyectos que beneficien a todos y no sólo a unos pocos. Sólo así, y ante estas circunstancias, se podría entender que, a pesar de haberse demostrado su inutilidad, algunos continúen con esta receta ya anticuada.