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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

Libros gratis, ¡vaya lío!

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José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.

Los políticos son políticos, con independencia del partido, color o ideología que defiendan, y tienen todos en junto cuando gobiernan un unánime modo de proceder, el de obviar por sistema a quienes a su alrededor representan sectores;  a los afines por creer que  van a estar de acuerdo con lo que yo haga, para eso me han votado, faltaría más y lo que opinen ‘los otros’, me la trae al pairo.

La anterior obviedad, repetida en el tiempo, viene a cuento del tema de este artículo; cuando el conseller de turno quiere que una Orden que se publica en el Diario Oficial de la Generalitat Valenciana de soporte a una decisión suya, previamente  presenta el borrador en las denominadas mesas sectoriales, es decir,  se informa a los representantes implicados para que expresen sus opiniones, a las que en general suelen hacer poco caso ya que son bastante  tozudos.

Posteriormente, se presenta el borrador a  la comisión permanente del Consejo Escolar, cuyo dictamen no es vinculante, o sea que no sirve ‘pa na’, y luego la pública.

El anuncio a bombo y platillo de libros gratis para todos del uno de septiembre del Molt Honorable, hay  que materializarlo. Por aquello de las prisas (como hacen todos) este documento, que debería haberse debatido por sus peculiaridades, porque atañe a muchas familias y porque el procedimiento va a entrañar muchas incidencias, va directamente al consejo escolar y de ahí al DOGV, sin escuchar a nadie, así somos de flamencos.

La interesantísima lectura del borrador  dice  que a quien subvenciona la Generalitat los libros es a los ayuntamientos, no a las familias, eso sí solo en una parte, sin hablar ni mencionar en absoluto a las Diputaciones Provinciales, pues se limita a indicar que pagará 33,33% y el resto que lo paguen los demás.

Pero no queda ahí la cosa, pues con independencia de todo el proceso administrativo que habrá que articular, que no es nada fácil con la infraestructura y los medios con los que cuentan los ayuntamientos en general, deja en el aire dos cuestiones fundamentales: quien va a encargarse de la gestión de los libros usados para el curso próximo y quien le va a poner el cascabel al gato, o lo que es lo mismo, quien va a decirle a una madre cuando lleve los libros usados, que va a ser que no, que están para el contenedor de reciclaje.

Los libros quedan en propiedad del ayuntamiento, y custodiados en los colegios. ¿Dónde? ¿Por quién? ¿Quién va a gestionar la entrega en el curso siguiente? ¿Cuál va a ser la vida media que se estima  para un libro? Dos años, tres quizás...

Decía que para nadie va a ser agradable decir que el libro está hecho unos zorros y que no vale, pero ¿qué ocurre si dos están bien y cuatro mal? Al año siguiente si faltan libros ¿cómo se va a articular la reposición? ¿Qué cantidad se va a pagar entonces a las familias?

En fin, ya les decía al principio que todos actúan respondiendo al mismo patrón, deprisa y sin escuchar; igual un cursillo o mejor un taller de audición y comprensión les iba bien, en general y sin distinción.