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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:00

Encuestas, Políticos y votantes

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Enrique Domínguez. Economista.

La verdad es que el ciudadano español no se ha dejado convencer por los cantos de sirena que alertaban de lo que podría ocurrir según a quien votaran en las recientes elecciones generales.

El cabreo del votante español era patente y, ante este hecho, podía darse, una vez más, el movimiento pendular en el voto; el enfado con los partidos mayoritarios era evidente y las recientes elecciones andaluzas eran un indicador de lo que podría ocurrir a nivel español.

La presencia de un partido de extrema derecha, de derecha con mayúsculas, o como usted quiera denominarlos, y sus resultados en Andalucía era la alternativa para demostrar al bipartidismo su enfado.

Aunque era demasiado ingenuo el pensar que ellos iban a solucionar los problemas de toda índole que la falta de consenso de los grandes partidos no habían sido capaces de llevar a término. Un nuevo líder (o caudillo, como
usted prefiera) parecía ser la alternativa a los partidos de siempre y a sus dirigentes (no merecen denominarse líderes).

El denostado CIS publicó en la última encuesta su pronóstico sobre las elecciones y la mayor parte de analistas la tacharon de tendenciosa y con un trabajo de cocina importante, al señalar claramente la ventaja del partido socialista.

Curiosamente, de todas las encuestas elaboradas antes de las elecciones y a pie de urna, una de las que más se ha acercado al resultado final (junto a la de “El Confidencial”) ha sido la del CIS.

Pero los ciudadanos tenían la última palabra con su voto y eso han hecho.

Los resultados demuestran su mayoría de edad. No solo no han caído en la tendencia pendular que el cabreo general podía esperar, sino que no se han dejado convencer en un porcentaje importante por los cantos de sirena de
determinados políticos y de sus asesores en política y economía.

La precampaña y la campaña electoral han sido vergonzosas; la falta de educación y las mentiras han estado a la orden del día. Los debates televisados han sido de pena y el comportamiento de los debatientes, salvo alguna excepción, indignos de su papel como representantes de los ciudadanos.

No se han dejado convencer demasiado por los que alertaban del peligro para la unidad de España, de la antiespaña, de las feminazis, del separatismo, de los independistas, del político traidor, anticonstitucional, felón, golpista, que se aliaba con políticos que tenían las manos manchadas sangre, de los comunistas, de establecer cordones sanitarios.

¡Qué políticos, señores!

Pero tampoco han hecho mucho caso de los argumentos económicos que auguraban, si se les votaba, una revolución fiscal, una bajada de impuestos, una supresión de los impuestos de donaciones, de actos jurídicos documentados, de sucesiones, de descensos en el IRPF, en Sociedades. En fin, que el dinero donde mejor está es en el bolsillo del ciudadano, que lo dedicará a crear empleo, a consumir, a invertir, a…

Parece el nuevo cuento la lechera. Da la impresión que pedir que pague quien más tiene y reducir impuestos al pobre es demagogia y solicitar que las grandes empresas, bancos o firmas tecnológicas, satisfagan sus impuestos como el resto de sociedades, es atentatorio contra la economía, la seguridad jurídica y la estabilidad.

Por suerte, muchos ciudadanos han sabido darse cuenta de que en campaña electoral se dicen muchas cosas bonitas y falsas. Porque, por ejemplo, a una empresa o a un ciudadano al que le reduzcan esos impuestos, ¿va a consumir e invertir más enseguida, va a contratar más personal, va a mejorar el empleo? Y si contrata empleo, ¿será del de mayor talento, y por tanto más caro, o buscará algún recién salido de la facultad que le pueda resolver su problema? ¿Invertirá más en I+D+i o seguirá haciendo lo mismo?

Ese es el reto que el equipo de gobierno que, finalmente, dirija el país los próximos años tiene que asumir. Evitar los cuentos de la lechera, preocuparse por los problemas reales de los ciudadanos y, algo muy difícil vistos los mimbres de los partidos actuales, consensuar aquellos aspectos fundamentales para el futuro del país, pensando en el bien de la ciudadanía y no del partido de turno y de su reelección y gestionando con eficiencia y eficacia. La oposición, ¿será capaz de actuar en esa línea, o desde el primer día el Congreso será, de nuevo, un mercado de verduleras, con todo el
respeto a las vendedoras de verduras? Veremos. ¿Usted qué opina?