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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

En Navidad, nace Dios

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Casimiro López Llorente. Obispo de la Diocésis Segorbe-Castellón.

Navidad está a las puertas. Aunque no faltan los intentos de silenciar o cambiar su verdadero sentido y ante el riesgo de que los mismos cristianos lo olviden, en Navidad resuenan con fuerza las palabras del Ángel a los pastores: “Os anuncio una gran alegría... hoy os ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2,10-11). Esta frase muestra el significado y el contenido propio de la fiesta de la Navidad y el motivo de la alegría navideña de los cristianos, una alegría que se ofrece a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Jesús nace en una familia pobre, pero rica en amor. Nace en un establo, porque para Él no hay lugar en la posada. Es acostado en un pesebre, porque no tiene una cuna. Llega al mundo ignorado por muchos, pero es acogido por los humildes pastores.

El Niño, que ha nacido en Belén, es el Mesías esperado, el Salvador de toda la humanidad, el Señor de tierra y cielo, de la historia y del universo. Este Niño es verdadero Dios y verdadero hombre: es el Hijo eterno del Padre-Dios, el Creador del cielo y de la tierra. En ese Niño se revela el misterio de Dios. Él es la Palabra de Dios, que existía desde siempre y ahora toma carne en un momento de la historia. Ese Niño es la revelación definitiva de Dios a los hombres. Jesús dirá más tarde, “el que me ve a mí, ve al Padre”. Es el Emmanuel, el “Dios-con-nosotros”, que viene a llenar la tierra de la gracia y del amor de Dios, de su luz, de su verdad y de su vida. Dios se hace hombre para que, en Él y por medio de Él, todo ser humano pueda quedar sanado, redimido y salvado, pueda renovarse y alcanzar su verdadera plenitud y la felicidad que tanto anhela. A quien lo acoge con fe, le da el poder ser hijo de Dio y participar de la misma vida de Dios (cf. Jn 1,12).

  Con el nacimiento de Jesús, la historia humana adquiere una nueva dimensión y profundidad. Con él, Dios mismo entra en la historia humana, abraza totalmente la historia humana desde la creación a la parusía. El mundo, la historia y la humanidad recobran su sentido: no estamos sometidos a la fuerzas de un ciego destino o a una evolución sin rumbo. El destino de la humanidad no es otro sino Dios en Cristo Jesús.

En Navidad nace Dios; y lo hace para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, también para los hombres y mujeres de hoy. Este Niño nos trae la salvación, el amor, la alegría y la paz de Dios para todos. El Niño Dios de Belén nos abre a todos el camino hacia Dios y hacia los hermanos; ese Niño nos da la posibilidad de alcanzar la suprema aspiración del hombre: ser como Dios.  En Navidad, Dios mismo se pone a nuestro alcance en el Niño de Belén. Y Jesús no es una ficción, sino un hombre de carne y hueso;  no es un mito ni una leyenda piadosa, sino alguien concreto e histórico, que provoca nuestra fe. En Él, Dios mismo sale a nuestro encuentro. Dios no es una idea ni un ser lejano, sino un Dios con nosotros, que está en medio de nuestro mundo, inserto en nuestra historia personal y colectiva.

Con Jesús, Dios pone su tienda en medio de la humanidad y solidariza con todos. Dios se hace nuestro prójimo y el prójimo deviene lugar de encuentro con Dios. Desde entonces el amor a Dios y el amor al prójimo no serán ya sino las dos caras de la misma moneda. Navidad es la proclamación de la dignidad de todo ser humano. Porque el hombre sólo es digno de Dios y de su amor. La gloria del hombre es Dios y la gloria de Dios es que el hombre viva (S. Irineo): somos hechura de Dios, creados por amor y para el amor de Dios sin límites. Este es el fundamento de la verdadera dignidad de todo ser humano.

Contemplemos al Niño Jesús en nuestros belenes. Fijemos nuestra mirada en el Niño Jesús. Sentiremos asombro, que es más que una emoción común. Es ver a Dios: la maravilla del gran misterio de Dios hecho hombre; y el Espíritu Santo nos pondrá en el corazón la humildad, la ternura y la bondad de Jesús. ¡Esta es la verdadera navidad! Acojamos al Niño Dios, que nace en Belén. Vivamos el genuino sentido de la Navidad. Dejemos que Dios, su amor y su paz, nazcan en nuestro corazón, en nuestras familias y en nuestra sociedad. Dejémonos encontrar y amar por Dios.

Os deseo a todos una feliz y santa Navidad.