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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 12:20

La crisis moral

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

El mundo va regular. Europa va mal. España va peor. Del mundo y de Europa hablaremos en otro momento. Hoy quisiera reflexionar sobre  nuestro país del que tanto leemos y oímos en los últimos años.

Se escribe y se habla hasta la saciedad de las crisis económica, política e institucional;  del paro masivo y estructural; del déficit presupuestario y de la deuda externa; de la desconfianza en los políticos, en los sindicalistas, en los jueces y en los banqueros; del caos territorial motivado por unas autonomías construidas precipitadamente al albur de una transición por lo demás pacífica y meritoria.

Siendo todas aquellas crisis gravísimas y de urgente corrección, no hay duda que tras todas ellas hay otra que las engloba y cuya superación es necesaria  para regenerar nuestro país sobre bases sólidas. Me refiero a la crisis moral.

La crisis moral no afecta solo – aunque también - a aspectos religiosos y espirituales. No es solo que España haya pasado de ser uno de los países del mundo con mayor número de católicos practicantes, a ver sus Iglesias vacías.. Tampoco es que nuestra población joven y menos joven haya saltado, sin solución de continuidad de mostrar hábitos virtuosos a ser de las más desordenadas del continente con índices intolerablemente altos de iniciación prematura de prácticas sexuales,  de divorcio, de aborto, de ensalzamiento de la homosexualidad, de falta de vocaciones religiosas.

La  crisis moral afecta a toda la larga lista de lacras que precede pero también y sobre todo a otros aspectos aún más graves  que han hecho quebrar  los principios y los valores de nuestra sociedad, que por lo demás, nunca han estado muy sólidamente anclados entre los españoles. Cuando se ha querido reforzar este flanco de nuestra educación se ha recurrido  a la Formación del Espíritu Nacional o a la Educación para la ciudadanía, tan desacreditados en su origen que nunca lograron vertebrar  nuestra espina dorsal moral.

Cada vez más, las ambiciones de nuestros jóvenes  se orientan en la dirección equivocada; buscan ser futbolistas o participantes en programas televisivos  antes que carpinteros o maestros. Persiguen el dinero aparentemente fácil antes que la vocación..

Cuando esos jóvenes crecen y han de asumir sus responsabilidades, procuran eludir las obligaciones cívicas, el pago de impuestos, el mantenimiento de las calles limpias y tranquilas, el respeto y el amor a la patria y sus símbolos – la bandera que solo ondea por éxitos deportivos, el himno, vilipendiado siempre que se tercia..

Lógicamente con una moral tan endeble no es de extrañar que aquellos jóvenes que optan por el estudio y acceden a la política, deriven en muchos casos  en la vía del enriquecimiento, la corrupción  y la elusión de responsabilidades, entre otras la de la dimisión como salida lógica y necesaria de un trabajo mal hecho y con graves consecuencias para los administrados. Por el contrario, el político que lleva al país a la ruina, sale del cargo –al final de su mandato – en hombros y bien arropado por su sucesor por aquello de “hoy por ti mañana por mi”. Otro tanto ocurre con los banqueros, con los sindicalistas y con los magistrados.

Si solucionar la crisis económica es difícil pero posible,  enderezar el espinazo moral de un país es mucho más complicado ya que requerirá  mejorar el sistema educativo, reforzar los valores tradicionales, recuperar y modernizar principios que  acaso nos explicaron en nuestra infancia pero que, o no habíamos interiorizado correctamente o  habíamos olvidado por desuso.