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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

Seguro contra la irresponsabilidad

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Santiago Beltrán. Abogado.

Me cuentan que algunas compañías aseguradoras están estudiando muy seriamente lanzar a la venta un nuevo tipo de contrato de aseguramiento, que se denominará seguro de la actividad política, y que vendrá a ser una modalidad heterogénea combinación del seguro sobre la vida, de accidentes, de responsabilidad, robo, escraches, daños, insultos, bofetadas, lanzamientos de huevos y contingencias múltiples.

Es posible, sin embargo, que solo sea un rumor poco fundado o una simple broma, pero ciertamente, la rabiosa actualidad parece confirmar la honda preocupación de la casta política por la escasa consideración y respeto que últimamente transmiten a la ciudadanía. Posiblemente, se den cuenta que su conversión en factor de riesgo de la salud de este país, merece que, o bien, se apliquen una vacuna en forma de cobertura aseguradora, o bien, se dejen de zarandajas y impongan cirugía al verdadero problema carcinógeno de nuestra democracia, que es, por supuesto, la existencia de listas cerradas.

La solución frente a los escraches, el ataque a las sedes políticas, las revueltas callejeras, la toma del Congreso, o los más particularizados reventones de mitin con insultos, injurias con bofetadas o huevos a la calumnia, no pasa por aprobar leyes de seguridad ciudadana, que solo pretenden ser la coraza con la que los políticos se dotan para blindarse de la gente, sino que pasa necesariamente por la aplicación, sin excusas, de la expresión popular consistente en que cada palo aguante su vela, que en terminología político-electoral significa que cada candidato responda frente a sus votantes, de forma personal y a pecho descubierto, sin el abrigo del partido, que hoy te propone como concejal y mañana, si molestas mucho, como eurodiputado.

Estoy convencido que no hay nada que pueda justificar lo ocurrido este fin de semana, en Terrassa, Castellón y Medina Sidonia, ni todos los actos de violencia verbal y física que últimamente han sido moneda corriente en nuestro país. Pero también lo estoy de que para calmar los ánimos, a veces de ciudadanos que han perdido sus empleos, su futuro, sus ilusiones o que están sencillamente desesperados, se necesita un remedio eficaz para curar sus males, o al menos para paliarlos, pero que, a su vez, se pueda usar civilizadamente, que sea legal a la par que purificador. En democracia no puede haber otro más efectivo que la exigencia de responsabilidad individualizada del gestor público, cuya actividad pagamos entre todos, y cuando no puede intervenir la justicia civil y/o penal, es necesario que las urnas te permitan al menos la satisfacción y el desahogo de impedir que quien no ha hecho un uso responsable de la confianza depositada por el pueblo en su persona, no vuelva a representar a nadie más.

Se debe acabar para siempre con la impunidad que las listas cerradas conceden a los candidatos, que consiste en votar las siglas de un partido y no a quienes lo representan. Hagamos el esfuerzo de averiguar qué diputados o senadores nos representan en el Congreso y en el Senado, qué diputados autonómicos fueron elegidos en nuestra circunscripción o, incluso, y a pesar de la cercanía, qué concejales a partir del número cuatro de la lista está en el ayuntamiento de cada pueblo o ciudad. Posiblemente la inmensa mayoría no sabría contestar a ninguna pregunta que se le hiciera en este sentido y debería consultarlo o preguntarlo.

Si no sabes quien te representa, menos sabes que actividad ha ejercido durante el período de mandato y mucho menos puedes pedirle explicaciones por su trabajo cuando ignoras todo lo demás. En estas circunstancias no queda más esperanza que instaurar definitivamente las listas abiertas o sencillamente eliminar a la mayoría de los políticos, justo todos aquellos de quienes no conoces nada, ni tan siquiera de su existencia.