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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

Sólo era un niño

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Rafa Cerdá. Abogado.

Todo en la vida tiene sus ritmos; momentos alegres, vivencias tristes, experiencias aleccionadoras, arranques de valentía, impulsos de coraje, pérdida de seres queridos, conocer a nuevas personas, despedir a otras,…una lógica secuencia de acontecimientos que nos recuerda el tiempo pasa, a veces demasiado rápido.

Pero de repente, una noticia quiebra el ‘normal’ desarrollo de los acontecimientos, casi como un fogonazo y de forma casi inmediata, la triste desaparición de un niño  almeriense de ocho años llamado Gabriel Cruz, da paso al peor de los escenarios: su cadáver ha sido encontrado tras desaparecer súbitamente a finales del pasado mes de febrero.

Gabriel era un alegre chaval, un niño como tantos otros, ligado a sus amigos y a su familia, a una feliz rutina donde la música, las risas y los juegos conformaban una vida normal. Un loco bajito más, como bien definió Serrat el estado de curiosidad permanente de un chaval de ocho años. Y un día como cualquier otro, Gabriel salió de casa de su abuela para dirigirse la cercana vivienda de sus primos, y en ese trayecto se corta su existencia. “Alguien” decide amputar la vida de un niño inocente, cuya única culpa ha sido la de querer seguir jugando ese fatídico día.

Gabriel ya no está, ‘alguien’ decidió llevárselo y ahora únicamente existe un cuerpo sin vida. No más risas, no más juegos: sólo era un niño que deja tras de sí un inmenso vacío de dolor, rabia e impotencia. ¿Qué mal pudo cometer un chaval que apenas empezaba a vivir? ¿Qué miserable impulso anidó en la mente del criminal que cometió tal salvajada? Y las imposibles preguntas; ¿por qué? ¿Para qué?… Al principio lo decía: todo en la vida tiene sus ritmos, pero en el momento en el que un niño es asesinado, un torrente de irracionalidad paraliza el tiempo. La vida no se quiebra, se desborda en una locura que no obedece a ninguna lógica. ¿Por qué? ¿Para qué?…

Ahora se abre el tiempo del interés mediático, los medios de comunicación analizarán todos los escenarios del crimen, proporcionarán cobertura a cada mínimo detalle que mantenga viva la noticia, y después el paso del calendario relegará a Gabriel Cruz a la infame lista de niños asesinados.

Se abren días delicados donde en demasiadas ocasiones las conjeturas y las sospechas se disfrazan de información, las investigaciones policiales junto a las decisiones judiciales no pueden estar sometidas a los vaivenes de los frenéticos tiempos de las televisiones y periódicos. La Justicia debe ser implacable con los despojos humanos que hayan cometido esta salvajada pero antes debe ser impecable durante la tramitación de todas las fases de una investigación criminal.

‘Alguien’ pagará muy caro su crimen, pudriéndose de por vida en una celda. Todavía no entiendo a los defensores de dejar sin efecto la prisión permanente revisable frente a casos como éste, enarbolarán altos principios y mucha jerga buenista pero de ahí a proteger a la sociedad de sujetos incalificables media un abismo.

Miles de niños mueren cada día en demasiados rincones del planeta a causa de la guerra y del hambre, la muerte de Gabriel no se debe distinguir en la crueldad que ello supone. Pero Gabriel es corría como las que usted y yo transitamos, jugaba en un colegio como el que acuden nuestros hijos, ¿Y si un día no llegara a casa? ¿Qué sentiría?…

La muerte de un niño es un reflejo de lo peor de la condición humana, un espejo que nos demuestra que nadie se encuentra a salvo del todo. Gabriel sólo era un niño, y con él se difumina todo lo bueno que la infancia comporta: inocencia, autenticidad, risas, amigos y una enorme esperanza de futuro. Con ello me quedo, los tuyos no te olvidarán nunca, y estoy seguro que un día, volverán a abrazarte. Feliz viaje campeón.