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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

El niño de Manuela

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Rafa Cerdá. Abogado.

“Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”, reflexionaba con más razón que un santo aquel genio llamado Albert Einstein. No vendría mal a los sesudos y sesudas miembros y miembras (según terminología de la inolvidable Ministra Aído ¿recuerdan?) de Podemos, colgar un cartel donde se contenga esta categórica frase en cada esquina de su sede. Porque hay que ver el lío morrocotudo montado dentro la organización morada.

Un número significativo de cuadros territoriales lanzaron días atrás un rotundo “esto no pinta nada bien” a la dirección encabezada por Pablo Iglesias, a raíz del galimatías surgido con el binomio Iñigo Errejón y Manuel Carmena.

La presentación de este súbito cártel electoral provocó una cascada de declaraciones, a cada cual más contradictoria, de Carolina Bescansa, Irene Montero, Rita Maestre y Leopoldo Echenique entre otros. Los (y las) ‘tops’ podemitas se iban calentando como el asfalto en pleno mes de agosto, unos contra otros, viendo la airada reacción de Pablo Iglesias ante el descuelgue del, hasta hace dos días, su mano derecha.

¿Qué tenemos enfrente? A ver si me sé explicar; Manuela Carmena, la entrañable alcaldesa de Madrid, decidió montarse la fiesta por su cuenta a la hora de preparar la lista electoral con la que presentarse nuevamente a las próximas elecciones municipales. Haciendo gala de su condición de independiente, se ha sacado de la manga un invento llamado ‘Más Madrid’, al que se ha sumado Iñigo Errejón como candidato a la Presidencia de la Comunidad Autónoma madrileña. Hasta aquí claro.

El problema: que ambos pasan olímpicamente de Podemos; de sus estructuras, de sus sistemas de primarias, de sus ámbitos de decisión y de los acuerdos alcanzados con lo poco que queda de Izquierda Unida. Dicho en otras palabras, Manuela e Iñigo no se someten a los dictados de Pablo Iglesias, y el de la coleta agacha la cabeza ante la Alcaldesa pero a Errejón le ha espetado que va a ser qué no. Resultado: Iñigo abandona su acta de diputado, Ramón Espinar (dirigente en la Villa y Corte de Podemos) abandona sus cargos y un runrún inquietante comienza a entrar en escena; el del enfrentamiento puro y duro, sumado a la posible fractura.

Mucha nueva política, mucha alardear de “la gente ha llegado a las instituciones”, pero a la hora de la verdad, las ambiciones personales, los juegos de poder, las contradicciones doctrinales y la falta de integración de las distintas opciones que surgen en todo colectivo, pueden escorar el buque morado hacia el naufragio. O Podemos ofrece a sus potenciales votantes una renovada imagen de unidad, de cierta frescura al juego político y de pragmatismo en sus planteamientos, o le auguro un futuro bastante marrón. Los que venían a salvar el país apenas se aclaran entre ellos (y ellas perdón), es lo que tiene estirar demasiado el discurso, luego viene la realidad y lo fastidia todo.

Al tiempo le pido tiempo, de momento Errejón ha pasado de ser el amigo de Pablo al niño de Manuela. Ojalá esta crisis lleve a la ‘nueva’ izquierda a replantear una nueva estrategia, menos épica y más cotidiana. Más real y menos extrema. Más conciliadora y menos sectaria. Al final, han acabado por caer en el mismo vicio que tanto imputaban a la ‘casta’; mirarse su propio ombligo y caer en el juego cainita por el poder. Menudos…