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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 14:20

Congreso de educación

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

El próximo fin de semana -los días 20 y 21 de octubre-, las Diócesis de la Comunidad Valenciana celebraremos en Valencia el Congreso Interdiocesano sobre educación bajo el lema: 'La educación: un reto para la familia, la Iglesia y la sociedad'. Está destinado a todos los interesados e implicados en la educación de las nuevas generaciones; en especial, a los padres, que son los "primeros y principales educadores de sus hijos" (GE, 3), a los profesores, a los sacerdotes, catequistas, monitores de tiempo libre, entre otros.

El Congreso tiene por finalidad reflexionar y sensibilizar sobre los retos de la educación hoy: sobre lo que es y significa educar, sus posibilidades y sus dificultades, sobre el modo de educar y sobre cómo complementarse para que la educación sea acorde y concorde en bien de nuestros hijos. Queremos también mostrar y ofrecer a toda la sociedad la propuesta educativa de la Iglesia. Es nuestro deseo finalmente celebrar y mostrar la alegría de la tarea educativa.

Educar viene de 'educere', en latín, y significa conducir a los educandos fuera de sí mismos para introducirlos en la realidad, llevarles hacia una plenitud que hace crecer a la persona. Educar es, en efecto, convertir a alguien en persona. Es hacer que un ser humano tenga criterio y dignidad. Educar es seducir con los valores y atraer por encantamiento y ejemplaridad hacia lo mejor.

Educar es, por lo tanto, ayudar a alguien a ser per­sona; ayudarle a descubrir e integrar su propia identidad como hombre o como mujer, a crecer en la libertad y en la responsabilidad basadas en la verdad, en el bien y en la belleza; es ayudar al educando a descubrir la razón de su ser en el mundo y el sentido de su existencia, para hacerle capaz de vivir en plenitud y con esperanza, y de contribuir al bien de la comunidad y de la sociedad. Educar es enseñar el arte de vivir. La educación es un proceso continuo, permanente y participativo que busca desarrollar armónica y coherentemente todas y cada una de las dimensiones del ser humano, a fin de lograr su realización plena

Haríamos un flaco favor a nuestros hijos si limitamos la educación a la enseñanza, a la instrucción o a la adquisición de conocimientos o de habilidades. Hoy se les ofrece mucha información y poca formación. No se trata de enseñarles a 'hacer' o a saber muchas cosas sino de ayudarles a 'ser' persona desde la verdad del ser humano, a desarrollar todas sus capacidades y dimensiones, también su apertura a Dios en Jesucristo. La educación es un proceso continuo, permanente y participativo que busca desarrollar armónica y coherentemente todas y cada una de las dimensiones del ser humano -ética, espiritual, cognitiva, afectiva, estética, corporal, comunicativa y trascendente-, a fin de lograr su realización plena.

La tarea educativa no es fácil, nunca lo ha sido. Sin embargo, hoy la educación se ha convertido en un verdadero problema, en un verdadero reto. El papa Francisco habla de desafío educativo, como el reto fundamental ante el que se encuentran los padres, las familias, la escuela y el resto de los educadores en la sociedad y en la Iglesia; un reto que se hace más arduo y complejo por la realidad cultural actual y la gran influencia de los medios de comunicación y redes sociales (cf. AL, 84).

El papa emérito, Benedicto XVI, acuño el término “emergencia educativa”, para referirse a las dificultades que hoy encuentra todo educador a la hora de transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento debido a la fractura inter-generacional, el relativismo, el subjetivismo o la exaltación de la autonomía absoluta de la persona, incluso para determinar la propia identidad de hombre y mujer como intenta imponer hoy la ideología de género.

En este contexto es muy ardua una auténtica formación de la persona humana, que le capacite para orientarse en la vida, para encontrar motivos para el compromiso y para relacionarse con los demás de manera constructiva, sin huir ante la dificultad y las contradicciones. En esta situación los educadores se ven muchas veces desbordados y fácilmente tentados a abdicar de sus deberes educativos.

Sin embargo, cada día sentimos más la urgente necesidad de ayudar a nuestros hijos para que desarrollen global e íntegramente su personalidad. Porque educar es amar. Está en juego el futuro nuestros hijos, de la sociedad y de la Iglesia. Acudamos a Valencia y aprovechemos la ocasión que nos brinda el Congreso para mejorar en nuestra tarea educativa.