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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 15:20

Halloween o quizás el miedo a la muerte

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María B. Alonso Fabregat. Psicóloga Clínica y Forense. 

La primera cuestión que nos planteamos es definir ¿qué es el miedo? En el ser humano en su repertorio de experiencias personales e íntimas y, por tanto, no palpables ni medibles externamente, se encuentran entre otras: el miedo, la ansiedad, el dolor… Son sufrimientos insoportables en muchas ocasiones, para aquel que las padece. No son accesibles a la observación objetiva de los otros. El miedo a perder a la figura de cuidado y apego aparece a los pocos días de vida.

Ahora bien, el miedo a la muerte o la angustia de la percepción de la muerte, siempre ha formado parte de la historia del ser humano, desde el principio de los tiempos. La importancia de resolver la incertidumbre de la muerte, siempre fue central en la filosofía y otros saberes, que intentan explicar cómo la propia conciencia de vida del ser humano y la posterior pérdida de vida como materia orgánica le ha inquietado desde siempre.

Siguiendo el punto anterior, para el manejo de ese ‘miedo ancestral’,  todas las culturas tienen diferentes abordajes de aceptación, rituales, mofas y otras estrategias que permiten a sus miembros adaptarse y prepararse, todas las culturas tienen un día de los difuntos o un día de la muerte, u otra celebración donde los miedos más oscuros salen a pasearse por nuestras casas y nuestras calles, para encomiar esa incertidumbre ancestral que representa la muerte en el ser humano.

Solo basta recordar el día de difuntos en nuestra infancia, juventud y aún hoy, como nuestras madres y abuelas ponían velas en algún rincón de la casa por aquellos que ya no estaban. La ceremonia o el acudir a la misa de difuntos y la conmemoración de todos los Santos, con el engalane floral de todos nuestros cementerios, son claros reflejos de cómo desde nuestra cultura manejamos la ‘angustia de muerte’.

La muerte siempre ha representado un miedo ancestral en todos nosotros. La forma de abordarla y entenderla conlleva diferencias según grupos sociales, culturas y según el momento histórico. Pero siempre ha representado una manifestación universal con diferentes formas en el especie humana.

Por tanto nuestras expresiones culturales quedan empañadas algunas veces por supersticiones o explicaciones especulativas y por diferentes emociones, y sentimientos y más recientemente por la importación de los mitos de otros lugares lejanos, bien  por modas o por movimientos de masas económicos. El cine es una prueba palpable de este fenómeno de manifestación de la preocupación o incertidumbre del ser humano con todo lo que rodea lo fúnebre, basta ver títulos como: ‘¿Conoces a Joe Black?’; ‘Los otros’; ‘La novia cadáver’; o ‘El sexto sentido’; y como no, en nuestro entorno la obra de Zorrilla: ‘Don Juan Tenorio’, que difícil es pensar en un día de difuntos de nuestra vida, sin ver en alguna ocasión o en el cine o en obra de teatro a ‘Don Juan Tenorio’.

Pero cuando buscamos en otras expresiones culturales como en las artes plásticas, encontramos ejemplos como: ‘El Caballero de la muerte’ de Alberto Durero; ‘La isla de los muertos’ de Arnold Höcklin; ‘Muerte y vida’ de Gustav Klimt, el listado de obras y manifestaciones artísticas  relacionadas con la muerte es interminable.

En ocasiones las expresiones o manifestaciones artísticas y otras manifestaciones sociales relacionadas con el imagen de la ‘Figura de la Guadaña’, han estado cargadas de aspectos religiosos y creencias, unidos en su mayoría a rituales de paso que permiten a la familia y allegados la aceptación de la pérdida del ser querido entre los vivos, como es el velatorio y el funeral. En otras ocasiones la expresión de sentimientos  encontrados, como el romanticismo, o el miedo, o la paz… ante la idea de muerte.

El ser humano, posiblemente, y mientras no se demuestre lo contrario, es el único organismo vivo que tiene conciencia de que va a morir, por tanto, desde la filosofía se dirá que es el único ‘ser’ con conciencia de ‘ser viviente’.

Desde la psicología se recoge y existe bastante consenso entre autores, que hay cinco formas de abordar la idea de muerte: la negación o la indiferencia, actuando como si la muerte no existiera, como si no fuéramos a morir nunca; la actitud desafiante o incluso jugándonos la vida; en tercer lugar  desde la angustia o actitud desesperanzada y pesimista ante la vida; también la liberación: la muerte como forma de liberar el sufrimiento de la vida; y finalmente la aceptación como una visión pragmática y realista de la idea de muerte, quizás esta visión sea la más sana, consciente del carácter finito del humano.

El Antropólogo E. Becker, en 1974, con su obra: ‘La negación de la muerte’  cuya publicación fue galardonada con el premio Pulitzer. Becker defendía que el ser humano posee instinto de supervivencia como cualquier otro animal, pero al tener la capacidad de pensar de forma simbólica puede imaginarse el futuro y que esto le lleva a tener la certeza de su muerte inconscientemente, que le lleva a su vez a la angustia.

Un acercamiento posterior a la teoría E. Becker y a su obra por otros investigadores como: J. Greenberg ; T. Pyszczynski, de la Universidad de Arizona en Tucson. Estos autores hacían que los investigados contestaran a una cuestión: ¿Qué va a pasar con usted cuando se muera? Los entrevistados tenían que contestar sus pensamientos y emociones, y otros aspectos que vinieran a su mente ante esa idea.

La investigación anteriormente citada les llevó a los autores a concluir: que quien tenía la capacidad de reflexionar sobre la cuestión planteada,  ya tenía asumida la idea de su muerte futura, no importaba si la percibía como lejana o cercana.

Sea como sea el manejo de la ‘idea de muerte como tabú’, es aún hoy y ante todo en occidente algo que no se trata, de algo casi que no hay que nombrar, algo que se aleja del seno de la familia, incluso puede ser de mal gusto tratarla, como si se tratara algo que hay que reprimir para no afrontarlo… Esta forma de tabú y de no confrontación, va creando más desasosiego, va generando expectativas que no favorecen la integración en el propio concepto de la vida que es la muerte, la dualidad vida-muerte debe de admitirse y pasa por la aceptación y el trabajo que conlleva una vida rica. Es vital, igual que a nuestra llegada a este mundo nos esperan con los brazos abiertos, con una sonrisa, que nuestra partida sea también desde esa misma posición cercana-afectiva de los nuestros.