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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 14:33

¿Qué paso cuando le atacaban todos los días?

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María B. Alonso Fabregat. Psicóloga Clínica y Forense. 

Isabel no sabía nunca qué se iba a encontrar al acudir al trabajo. Esa mañana, una vez se despertó tras una larga noche de pesadillas y despertares continuos, arrastrando los pies y agotada, con sensación de no haber dormido y con náuseas y vómitos acuosos… Isabel llevaba ya seis meses aguantando las malas formas de su compañera y sintiéndose cuestionada por todo.

Las risitas de su compañera y de otra de otro departamento a su paso, el encontrar revueltos los papeles que había dejado preparados y organizados, el ordenador abierto con algunos movimientos de carpetas y habían rebuscado en sus e-mails… Su jefe, esa misma semana le había llamado la atención y le había advertido que intentara centrarse más, que su trabajo había bajado mucho en rendimiento, que estaba cometiendo muchos fallos.  A Isabel solo acercarse al trabajo le producía taquicardia y valoraba seriamente que quizás no estaba hecha para ese trabajo, que quizás se habría equivocado y que debería pensar algo distinto.

De nada servían las palabras de su hermana, que le referían: “Isabel, llevas más de quince años en la empresa y  nunca hasta la llegada de tu nueva compañera le había pasado nada relevante, ni te habías levantado con tanta angustia por ir a tu lugar de trabajo”, “¿no te das cuenta que es ella, tu compañera, la que te está minando a ti y a tu imagen en la empresa?”, “es una novata, lleva un año en la empresa y le enseñaste todo y ahora muestra pocos escrúpulos para hacerse camino y trepar…”.

Tras las palabras de su hermana, aún se sentía peor, ¿cómo no podía defenderse?, ¿qué le impedía poner aquella persona en su sitio?, ¿qué pasaba?, ¿por qué no tenía la capacidad?, ¿por qué se lo permitía?

Todas las cuestiones anteriores, son propias de mecanismos cognitivos de indefensión. La indefensión aparece cuando el sujeto no tiene en su repertorio cognitivo, conductual o emocional e incluso moral, las claves o las respuestas para poder reaccionar ante un evento altamente estresante y más aún de naturaleza psicosocial, como es el caso de un ‘mobbing’ o acoso laboral.

En ocasiones, las víctimas no es que no puedan responder, es más bien que el repertorio lógico de respuesta no entra en los valores morales del individuo, le cuesta esgrimir o va en contra de sus principios del bien y el mal, violentándose a la hora de hacer o imaginarse haciendo las mismas actitudes que muestra el ‘mober’ o acosador.

La impredictibilidad de los hechos también afecta a la expectativa de control de las víctimas, Isabel no sabe que va encontrarse hoy a la llegada del trabajo. Ésta pérdida de control sobre el ambiente,  también propicia la aparición de respuestas, además de indefensión, de evitación, no sabe qué repertorio va a mostrar hoy su compañera, no sabe qué le espera.  Esta dificultad en poder anticipar y hacer servir sus propios recursos de su experiencia en un lugar que conoce sobradamente, de más de quince años, la vuelve de nuevo altamente vulnerable al ataque de su ‘compañera tóxica’.

El ser humano es ante todo un ‘animal social con necesidad de pertenencia y adhesión al grupo’. El mundo laboral es un medio donde todos sus participantes están para un fin, para una determinada producción, un rendimiento, una  eficacia, un rol… no entra en dicho contexto la posibilidad del ‘ataque psicológico’ ni de ningún otro tipo. El empleado o trabajador posee un repertorio o esquema mental de lo que es ir a trabajar, por tanto no es ir a la guerra, ni ir a defender sus derechos, ni defenderse de ataques, ni atacar.

Por todas estas circunstancias citadas, el ataque a la esencia social del hombre, el uso ilícito de formas no presentes en el contexto laboral, la predisposición de la moral de la propia víctima, la impredictibilidad de los ataques, la carga subliminal y manipulación implícita a las espaldas de la víctima, hacen que esta situación exceda la condición lógica y racional de la víctima y, por tanto, no tenga las respuestas adecuadas a todo este conglomerado de circunstancias. Y conjuntamente con el mantenimiento en el tiempo y el aumento de la frecuencia de los tóxicos emocionales, la víctima termina por perder su salud. Entendemos, siguiendo los criterios de la Organización Mundial de la Salud, que la salud no es solo la ausencia de enfermedad, también es el bienestar psicosocial. Qué duda cabe que en el acoso laboral el bienestar psicosocial deja de existir.

Toda la contaminación por tóxicos emocionales, tras un tiempo y de forma sistemática, no solo llevan a desarrollar, como hemos mencionado, mecanismos de indefensión y de evitación, también aparecen paulatinamente todos los síntomas fisiológicos y psicopatológicos reactivos a una situación de estresor emocional extremo, como vómitos, taquicardias, conductas de evitación, problemas en higiene de sueño y otros. Finalmente, de no revertirse la situación, aparecen cuadros clínicos más serios que precisan intervención con psicofármacos y seguimientos de expertos en Salud Mental.

Pero aún se va más lejos, de no mejorase el estatus de la víctima, los fármacos dejan de ser efectivos, aparecen posteriormente cuadros médicos de mayor impacto para la vida del organismo,  en muchos casos comprometiendo seriamente la salud del trabajador, que fue alguien válido, eficiente y capaz, pero que ha perdido por el camino toda su valía, quedando a la merced de la situación y al final incluso dando razones al propio ‘mober’.

Es comprensible que alguien que está sometido continuamente y sistemáticamente a un tóxico, en este caso emocional, que se va desgastando y que sus recursos cognitivos se ven altamente mermados por la pérdida de calidad de vida y bienestar, y que además está bajo los efectos directos de psicofármacos, al final acabe produciendo situaciones o resultados poco eficaces, siendo realmente lo que pretendía su ‘mober’, convertirlo en poco resolutivo.

Tampoco es desestimable ni se debe de olvidar el impacto que tiene sobre el entorno familiar de la víctima el acoso laboral. Así, en una investigación en el año 2003, realizada en la Universidad Jaume I de Castellón, Alonso M. B.; Peris R. y   Fuertes F. se encontraron daño significativo en la comunicación de la pareja, así como afectación en la vida sexual de la relación y en las actividades significativas en general, comparando con la situación anterior de la pareja. Otro dato muy significativo fue la pérdida de la libido en especial en el varón.

Los datos sobre denuncias afirman que sólo se denuncia la mitad de los casos de acoso laboral y que, aún así, se han duplicado en el 2015 las denuncias por este mismo motivo. En España el acoso laboral está tipificado como delito en el artículo 173 del Código Penal, dentro del Capítulo VIII de las torturas y otros delitos contra la integridad moral: "hostigamiento psicológico u hostil en el marco de cualquier actividad laboral o funcionarial que humille al que lo sufre, imponiendo situaciones de grave ofensa a la dignidad".