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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:31

La última de Woody Allen

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Ustedes saben de mi afición por el cine, materia sobre, cuando otras urgencias lo permiten, escribo alguna columna. Les adelantaré que Woody Allen es uno de mis realizadores favoritos, una lista en la que podría incluir docenas de nombres pero que la reduciré a tan solo dos: Allen y el director francés Eric Rohmer autor de una serie de Cuentos Morales de los que destacaré ‘Mi noche con Maud’ y ‘La rodilla de Claire’.

Allen se encuentra en estos días muy presente en los medios informativos no solo por el estreno de su última película -La rueda de Coney Island- sino por la triste razón que la hija adoptiva de su ex-pareja Mia Farrow le ha acusado de haber abusado de ella hace un cuarto de siglo cuando la niña contaba con tan solo siete años.

En el caso de Allen llueve sobre mojado ya que, como es sabido, se casó con otra de las hijas adoptivas de la Farrow, Soon-Yi Previn, a la que sigue unido desde 1997. Aquello no sonaba nada bien ya que Allen la había conocido y tratado como a su propia hija desde que inició su relación con Mia Farrow.

La acusación de Dylan aparece en un momento sospechoso ya que el mundo del cine está envuelto en numerosas denuncias de acoso desde que el productor hollywoodiense Harvey Weistein y los actores Kevin Spacey y Dustin Hoffman se han visto repetidamente imputados en una cadena de casos que pone en cuestión un mundillo que nunca se había caracterizado por su elevado nivel moral.

No es mi intención sumarme a las críticas centradas en la grotesca ‘me too’ (a mí también) ni tampoco a las defensas de los acusados aunque resulte sospechoso que muchas actrices hayan tenido un ataque de moralina con efecto retardado cuando sus carreras hacían agua y no les venían mal unas inyecciones de escándalo que les sacara compasivamente del olvido.

Insisto, si ha habido abusos y aún más, pedofilia, los culpables deben ser condenados y castigados. Ello no tendría nada que ver con el talento de los acusados. En la historia del arte ha habido no pocos músicos, pintores y escritores de enorme talento -Beethoven, Mozart, Picasso, Modigliani, Bukowski, Hemingway- cuyas biografías dejaban mucho que desear pero que no han impedido ser admirados años y siglos después de sus muertes.

Confío en que Allen pueda probar su inocencia. En cualquier caso no tengo ninguna duda  de que el cineasta tiene ya un lugar de honor reservado  entre los grandes de la historia del cine. Su medio centenar de películas incluye al menos media docena de obras maestras.

Las he visto todas; incluso he coleccionado todos los videos lo que me permite revisarlos de vez en cuando. Desde que debutó allá por los años sesenta del pasado siglo, ha venido ofreciéndonos con gran regularidad una película por año lo que representa una obra conjunta cuantiosa.

Comenzó con una serie de gran humor que para algunos sigue siendo la mejor etapa de su carrera (Toma el dinero y corre, Bananas, El dormilón, Sueños de un seductor, Todo lo que querías saber sobre el sexo). La influencia de Fellini y Bergman le inclino hacia melodramas en la etapa más sólida de su carrera entre los años 1977-90 (Annie Hall, Manhattan, La rosa púrpura de El Cairo, Días de radio). Incluye en ese periodo algunos dramas del tipo de Interiores, Septiembre, Otra mujer o Match Point que parecen salidas del cine nórdico y que no son nada desdeñables.

En las dos décadas siguientes Allen ofrece una variedad de temas desde el cine negro de Asesinato en Manhattan o Balas sobre Broadway, hasta el cine musical (Todos dicen te quiero), siempre dignas de verse aunque raramente memorables.

Hay un renacimiento de su obra en la última década que incluye Medianoche en Paris, Blue Jasmine y Cafe Society en que utiliza el estilo de otros grandes maestros como el Rene Clair de Mujeres soñadas, Elia Kazan de Un tranvía llamado deseo o en el que abre camino a nuevas vías como la laureada ‘La, la land’.

Si les aburre el cine o detestan a Allen ignoren esta modesta columna mía. Pero dando la espalda al cine  se perderían ustedes un sector importante de la cultura contemporánea, una industria que está contribuyendo mucho a proyectar la imagen de algunos países, aunque no se haya caracterizado por la elevada categoría ética en la que algunos de sus profesionales han venido envueltos.