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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 14:20

El verano

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Por largos años, Benicàssim era nuestro lugar de reposo durante algunas semanas al año en los meses de Julio o Agosto. Por lejos que nos encontráramos en el resto del año, Benicàssim se había convertido en nuestro lugar de vacaciones que tenía el valor añadido de ser un bien escaso ya que transcurridas las cuatro semanas de mis vacaciones, debíamos volver al lugar de América, África o Europa donde transcurriría el resto de nuestras vidas.

Recuerdo cuántas veces comentábamos que el mayor atractivo del lugar debía ser, sin duda, las estaciones ajenas al verano, cuando la vida volvería a su calma habitual y la población se reduciría diez veces hasta volver a los 20.000 habitantes de siempre. Por entonces no podíamos disfrutar del otoño, el invierno o la primavera benicense.

Las circunstancias familiares han cambiado. Este Embajador esta semi-jubilado, los hijos han crecido y fundado sus propias familias, los nietos han llegado y en bendita abundancia. Mi mujer y yo viajamos no poco pero pasamos largas temporadas en nuestra villa de Benicàssim donde, con la puntualidad de siempre, se reúne la gran familia para celebrar el desarrollo de la nueva generación -actualmente entre los 4 y los 14 años-, el progreso profesional de los hijos y los ya contenidos proyectos de los patriarcas de la familia, aun con ganas de seguir gozando de lo mucho que ofrece la vida.

En ello estamos, envueltos en los calores de Julio y aun con mucho verano por delante. Hay solo un sentimiento de antaño que no se repite en los nuevos tiempos: la tristeza del final de las vacaciones, cuando llegaban las primeras lluvias, cuando el mar empezaba a enfriarse, cuando el nuevo curso o el trabajo nos aguardaban y la tristeza de decir adiós a nuestro lugar de reposo nos embargaba. Ahora la única tristeza está en ver marchar a nuestros hijos y nietos, enfrentando el otoño en el mismo lugar donde habíamos pasado el estío.

Todo tiene remedio: hemos inventado un largo viaje a finales de Septiembre a algunas de nuestras ciudades fetiche (Washington, Bruselas, Madrid o Varsovia) que nos permitan  marcar las diferencias de las estaciones.

En el fondo algo no muy distinto a lo que practican casi todos nuestros amigos al desplazarse desde Benicàssim  a sus viviendas a diez kilómetros de distancia en Castellón. Un corto viaje que antes no comprendía pero que ahora sí entiendo en el sentido de despedir el verano y dar la bienvenida a la no menos hermosa estación del otoño.