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martes, 23 de abril de 2024 | Última actualización: 13:41

La tercera guerra mundial

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Se ha reflexionado y escrito mucho sobre las guerras mundiales, siendo las dos siguientes las más llamativas conclusiones:

- Que en realidad en el siglo XX no hubo dos guerras mundiales sino solo una que se extendió desde 1914 a 1945 con una tregua intermedia desde 1917 a 1939 en que la derrotada Alemania, insatisfecha con las condiciones que le fueron impuestas en el armisticio, se rearmó y con el ideario nazi de Hitler buscó la revancha que acabaría con su definitiva derrota, después de seis años de dolorosa contienda.

- Que desde el final de la Guerra Fría en 1989 y el relevo de conflicto Este-Oeste entre Capitalismo y Comunismo, estamos asistiendo a un nuevo choque entre el mundo de la opulencia y el de la pobreza. En realidad este enfrentamiento Norte-Sur no llegó a materializarse ya que la mayor parte de los países en desarrollo carecía de la energía y del ideario que les permitiera rebelarse contra las ex-metrópolis.

El nuevo conflicto arrancó del mundo árabe que, ese sí, cuenta con un ideario -el Corán mal interpretado-, con los medios materiales -el petróleo, abundante en muchos países de la región- y con el resentimiento acunado por los millones de emigrantes en el mundo occidental y mal adaptado a sus requerimientos.

Es comprensible que muchos nos resistamos a aceptar que exista en la actualidad una guerra y mucho menos que sea mundial. Y es que todos pensamos en el modelo belicista conocido hasta ahora, con trincheras, campos de batalla, bayonetas, ejércitos uniformados que luchan y mueren por defender la soberanía de sus países y la libertad de sus compatriotas.

El modelo de guerra actual es diferente. No hay los ejércitos clásicos ni los escenarios delimitados. El choque es asimétrico, los muertos son en su mayoría civiles y -al menos en uno de los bandos- los combatientes son terroristas cargados de ira y resentimiento contra quienes juzgan de infieles, a quienes antes han intentado asimilarse sin éxito o a quienes odian por razones religiosas.

No hay que pensar que esta guerra se produce solo entre cristianismo e islamismo. De entre las 32.000 víctimas por actos terroristas cometidos en 2014, solo una treintena son occidentales; los restantes muertos se produjeron en Pakistán, India, Afganistán, Irak, Nigeria etc. y son consecuencia de diferencias tribales y religiosas principalmente entre shiitas y sunitas.

En los últimos días, los actos terroristas en París han tenido una grandísima repercusión como en su día los tuvieron los atentados de Madrid, Londres y Nueva York. Y es que aparte del gran carisma que posee la capital francesa, aquellos hechos luctuosos vienen acompasados por el derribo del avión ruso en Egipto, el ataque al hotel Radisson en Mali, las matanzas en Beirut y en Túnez y la paralización nada menos que de la capital de Europa, Bruselas, la sede de la Unión Europea y de la OTAN, uno de cuyos barrios, Moleenbek, con 90.000 habitantes, en su inmensa mayoria inmigrantes, se ha convertido en el nido europeo de terroristas. No es el único: los barrios de Lavapies y Tetuán en Madrid, el Eixample de Barcelona y el Príncipe de Ceuta no son muy distintos de aquel distrito bruselense.

No va a ser fácil acabar esta guerra en que el enemigo está disperso y es casi invisible. Por añadidura, al grupo terrorista más notorio en la actualidad, la República Islámica/ DAESH/ISIS, dista de ser el único. Ahí están Al Qaeda, Boko Haram, FARC y varias docenas más extendidos por los cinco continentes, con objetivos muy dispares. Estamos presenciando capítulos muy crueles de esta nueva guerra y hemos de estar preparados a sufrir sus consecuencias y las incomodidades que conllevará el hacerles frente. Habrá que movilizar todos los recursos necesarios para combatirlos, recursos de carácter político, diplomático, de inteligencia, económicos y por supuesto, y casi en primer lugar, métodos militares. Los cuerpos y fuerzas de seguridad de todos los estados están ahí precisamente para eso, para arriesgar sus vidas si necesario fuere evitando que los civiles tengan que entregar las suyas como ocurrió días atrás en París.

Es fundamental que el mundo se ponga de acuerdo y forme un frente unido contra este nuevo y terrible enemigo. Naciones Unidas ya ha empezado a involucrarse en esta guerra, pero como sabemos la ONU solo puede dar un respaldo moral a la lucha ya que la Organización carece de fuerzas militares. La OTAN es la que deberá jugar una vez más, una baza fundamental. Pero como también sabemos, la OTAN Es fundamentalmente los Estados Unidos y Obama no parece dispuesto a involucrarse a fondo en esta complejísima operación en la que su país acabaría poniendo la mayor parte de los muertos. Hollande está moviéndose a diestro y siniestro buscando aliados y encuentra buenas palabras y poco más. Probablemente Washington no olvida los desprecios que Francia ha hecho siempre a la Alianza y le paga con la misma moneda.

Y en tal indefinición, la otánica Turquía derriba un avión ruso que se dirigía a bombardear Siria, los países más democráticos del mundo árabe -Líbano y Túnez- siguen sufriendo atentados y los países europeos (excepción hecha de Francia) combatimos el terror a escala local y con armas verbales. La falta de coordinación es notable. Da la impresión de que el conflicto Norte Sur está apareciendo sin que las viejas diferencias entre el Este y el Oeste hayan desaparecido por completo.

No dudo que el EI/DAESH/ISIS tiene sus días contados, al menos en sus bases en territorios de Irak y Siria. Su crueldad y arrogancia han llegado demasiado lejos para salirse con la suya. Pero tras la victoria militar quedará aun un trasfondo sociológico que resolver y es el que constituyen los millones de árabes asentados en occidente identificados con el radicalismo y resentidos de su fracaso como sociedad. Ese será un capitulo bastante más difícil de resolver.