Jorge Fuentes. Embajador de España.
Estoy seguro que muchos de nosotros tenemos la frustración moral de no haber podido salvar la vida de un prójimo, ya fuera reanimándole de un paro cardiaco, o cuando se ahogaba en una playa o piscina o, como hizo recientemente ese inmigrante de Mali en Paris, trepando por la fachada de un edificio hasta salvar a un niño que colgaba de la barandilla de un quinto piso.
Todos los que así pensamos estamos, por supuesto, a favor del salvamento de todos los náufragos que están en riesgo de ahogamiento en alta mar ya sea en el Mediterráneo o en cualquier otro lugar ¿Se incluyen ahí los pasajeros del Aquarius? Veamos.
El Aquarius es uno de tantos barcos que administrados por diversas ONGs, operan en el mundo. Su objetivo consiste en rescatar emigrantes que escapan de la miseria, el hambre, o la guerra existente en sus países, que son abandonados por mafias de contrabandistas, sin ninguna medida de seguridad lo que ha conllevado la muerte de miles de personas en nuestro mar en los últimos años.
Los barcos de las ONGs, al rescatar a los emigrantes, cooperan involuntariamente con tales mafiosos y completan el transporte, rescatándolos de las inseguras balsas o pateras y conduciéndolos a puerto seguro, hasta ahora en Italia o Grecia.
Ambos países habían recibido millones de emigrantes sin que la UE fuera capaz de idear un mecanismo de reparto entre los 27 socios que, o estaban ya saturados de inmigrantes de otros orígenes (piénsese en los dos millones de ucranianos existentes en Polonia o el millón de refugiados en Alemania).
La mayor parte de los que llegaron a Grecia fueron trasladados a Turquía previo pago de millonarias compensaciones comunitarias y medias promesas de aceleración del ingreso en la Unión del país otomano.
Los refugiados llegados a Italia tuvieron como consecuencia la victoria electoral del Movimiento 5 estrellas y La Liga que vencieron con la promesa electoral de no admitir un solo refugiado más en el país. De ahí el rechazo del Aquarius.
Vista tal negativa y también la de la minúscula isla de Malta, cabía la posibilidad de que se condujera el Aquarius a algunos de los países costeros más próximos al lugar en que se encontraba el buque: Francia, Croacia, Eslovenia o incluso Bulgaria o Rumania eran algunas de las posibilidades.
Numerosos países no costeros del Mediterráneo eran otras posibilidades. Nadie movió un dedo. Nadie excepto España ¿Por qué?
España tiene más de tres millones de desempleados; existen miles de españoles que tras haber pagado durante años a la seguridad social, malviven ahora sin techo por las calles de nuestros pueblos. España es el país europeo en que más ha crecido la inmigración en las últimas décadas. Y por añadidura, a nuestras costas siguen llegando pateras a diario. De hecho, desde que se anunció la aceptación del Aquarius con sus 627 pasajeros a bordo en el puerto de Valencia, más de mil han sido acogidos en las playas del Sur español, por supuesto sin la gran publicidad que envuelve a la operación Aquarius. A su vez, el nuevo Ministro del Interior anuncia su propósito de suprimir las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla, con lo que el efecto llamada está servido.
Pedro Sanchez ha querido celebrar su llegada al Gobierno con gestos indudablemente populistas: 11 mujeres en un Gabinete de 17 Ministros, sanidad universal para los sin papeles, acercamiento de los políticos presos a Cataluña, traslado de los restos mortales de Franco desde el Valle de los Caídos etc.
Está por ver si esos gestos no crean a la larga más problemas de los que corrigen, pero eso solo lo sabremos cuando llegue la próxima convocatoria electoral.
