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martes, 16 de abril de 2024 | Última actualización: 10:39

Morir en La Rambla

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Pensar que el atentado terrorista ocurrido el 17/08/17 iba a ser detonador suficiente para calmar los ímpetus secesionistas de los dirigentes catalanes, era ingenuo.

El Rey, el Presidente del Gobierno, la Vicepresidenta y el Ministro del Interior se desplazaron a Barcelona para subrayar el hecho de que aquella ciudad y aquella autonomía forman parte de España y son regidas por los líderes estatales.

Los dirigentes catalanes -Puigdemont, Colau y Forn, concejal este último de Interior- se manifestaron por activa y pasiva de forma que quedara claro que sus proyectos secesionistas siguen adelante: todos se expresaron urbi et orbi en catalán, aunque en España y en el resto del mundo sus palabras tuvieran que ser traducidas. Al contabilizar los cadáveres distinguieron entre las dos víctimas españolas y las dos catalanas aparte de las de otras varias nacionalidades. Puigdemont aclaró a la prensa que los atentados no interrumpirían sus planes separatistas.

Con toda la simpatía que se pueda tener a Cataluña y Barcelona, hermosas partes de España, y toda la conmiseración hacia las víctimas, hay que reconocer que en materia de seguridad ha quedado en evidencia que no están a la altura de las circunstancias y que las autoridades catalanas han suspendido estrepitosamente.

Los bien uniformados y bien pagados Mossos de escuadra han probado no enterarse de casi nada. Sus servicios de inteligencia  ignoraron las actividades de una célula terrorista que operaba en  Alcanar, Cambrils y en Ripoll y que de haberse descubierto a tiempo, habría evitado las masacres. Solo por el mal hacer de esos asesinos y por la explosión fortuita que se produjo, se evitó una catástrofe aún mucho mayor.

La altanería de ignorar el consejo del gobierno central, de colocar bolardos, jardineras u otros artilugios arquitectónicos, en los lugares donde hay grandes concentraciones humanas, medida aplicada en otras ciudades de España y también de Europa, ha tenido como consecuencia la matanza de Barcelona.

El grito de guerra de los catalanes "¡No tinc por!" es totalmente equivocado. Ahora ya no se trata de hacerse los valientes y fingir que nada ha cambiado. Hay que tomarse la agresión terrorista en serio y hacerle frente con todas las armas pertinentes modulando nuestro estilo de vida cuanto sea necesario. Querámoslo o no, ya lo hemos modificado cuando hemos de sufrir los rayos X o descalzarnos al pasar la vigilancia aeroportuaria. También cuando hay que pasar cien controles policiales al ir a tomar las uvas a fin de año en la Puerta del Sol. No duden que algún día habrá que pasar controles al ir al cine, al teatro, a misa, a ciertos restaurantes y a muchos otros lugares públicos.

Si gritando "¡No tinc por!" creen haber ganado la guerra contra el terrorismo, están muy equivocados. Ese grito y los consiguientes aplausos son dos signos grotescos y auto complacientes que apuntan en la dirección errónea. Me recuerdan cuando el conferenciante aplaude al público como agradeciendo haya aguantado estoicamente  su rollo, cuando en realidad no hace sino estimular el aplauso hacia sí mismo. Sospecho que eso buscaban los líderes que aplaudían hace poco en la plaza de Cataluña.

Era bastante evidente que el gobierno central no iba a subir el nivel de seguridad de 4 a 5 y ello por varias razones: por la dificultad práctica que representaba movilizar al ejército, por el efecto global que supondría para un país destino turístico el ver soldados en las playas y lugares concurridos y también por no tener que andar consultando a las autonomías si les parecía bien o mal tomar tal medida. Personalmente pienso que tales reservas son absurdas ya que en países como Francia, Bélgica, Alemania y otros no han dudado en movilizar a la tropa. Creer y decir que en España no hay riesgo inminente de padecer otra agresión me parece un acto de voluntarismo absurdo.

Y precisamente Cataluña es la región que presenta más riesgo con un índice de población musulmana de casi el 7% (en Gerona, el 11%), con un número muy elevado de mezquitas y con unas autoridades dispuestas a recibir árabes más fáciles de abrirse a la lengua catalana que los hispanoamericanos que ya hablan español y se resisten a aprender un nuevo idioma poco útil internacionalmente. ¿Cómo no habíamos notado todo eso antes del pasado día 17?

Un consejo final a los Mossos (¿o quizá a sus jefes políticos?: déjense de chulerías, pongan los bolardos  y acaten el mejor hacer de la Guardia Civil, de la Policía Nacional y del CNI.