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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:31

¿Hay aún clases?

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Creí que eso de las clases había pasado a mejor vida y que frases como "¡Aún hay clases!" se habían borrado del idioma por políticamente incorrectas, pero veo que no. En estos días, los medios informativos nos recuerdan que, al menos en España, hay tres clases sociales perfectamente delimitadas:

- La clase baja integrada por entre 12 y 17 millones de españoles que tienen unos ingresos anuales por familia que no alcanzan el 75% de la media del país.

- La clase media compuesta por entre 24 y 27 millones de compatriotas con unos ingresos anuales que cubren entre el 75 y el 200% de la renta media.

- Y la clase alta en la que solo militan unos 4 o 5 millones de afortunados que acopian más del 200% de la media.

Para no incordiar, las estadísticas, esta vez procedentes de un estudio del BBVA y del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, prefieren no hablar de la clase altísima que incluiría al 1% de los españoles que poseería tanta riqueza como el 80% del conjunto de los españoles que incluiría a toda la clase media y baja juntas. Tampoco se hace referencia a la clase bajísima, los desposeídos, los sin techo, los indigentes que bastante hacen con sobrevivir como malamente pueden.

La noticia esta vez es que, como consecuencia de la crisis que comenzó en 2007 y que aún no se ha superado totalmente los componentes de la clase media han disminuido en tres millones de personas que han pasado a incorporarse al sufrido mundo de la clase baja.

En realidad, en ese periodo comprendido entre 2007 y 2013 todos los grupos sociales se han empobrecido. La clase baja ha pasado de tener 17.500 euros por familia y año a 12.000 euros. La clase media, de 27.500 a 22.000 euros. También la clase alta se empobrece en especial por reducirse el número de españoles que se encuentran en ese grupo, que pasan de ser 5.5 millones de personas a 4.2 millones. Cada una de las familias de la clase alta tendría ingresos anuales superiores a los 50.000 euros.

Todo lo dicho hasta aquí responde a cálculos numéricos y estadísticos que valen para lo que valen: para comprobar si la sociedad se mueve hacia arriba o hacia abajo y para que nos sintamos felices o desgraciados si vemos que nuestros ingresos anuales nos sitúan en una clase aupada o en el pelotón de los casi pobres.

Todo el resto sería revisable ya que no es lo mismo disponer de, por ejemplo, 25.000 euros de ingresos al año si su familia se compone de cinco miembros que si vive usted solo.

Por añadidura, delimitar las clases exclusivamente por el nivel de ingresos es claramente insuficiente. La cultura, la educación, el tipo de empleo con el que uno se gana el sustento, deben ser tenidos muy en cuenta: abundan las gentes con ingresos considerables pero que son casi analfabetos, no han visto un libro en su vida y encima se presentan mal en sociedad. El recepcionista de un gran hotel puede llevarse en propinas más de lo que gana un médico o un ingeniero sin que ello permita a aquél estar socialmente por encima de éstos.

Eso sí, hoy hay oficios como deportistas, toreros, cineastas cuyos componentes se sitúan en la élite social y acceden a paraísos fiscales pese a no saber, en muchos casos, escribir una o con un canuto. Pero es que a éstos, debido a su incultura, les han engañado, se sienten traicionados. Son gentes honradísimas que incluso se permitían dar lecciones de cultura cívica y hasta hace poco hacían publicidad en favor de una tributación más espontánea por parte de la ciudadanía. Seguro que cobraron bastante por aquella publicidad. Pero hoy figuran por derecho propio y con todos los honores, interpretando el rol de su vida, en el film ‘Los papeles de Panamá’.