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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 13:14

La estación de Castellón

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Jorge Fuentes. Embajador de España. 

Me gusta viajar en tren. Para cubrir cualquier distancia inferior a los 500 kms, no hay mejor método de transporte. Aunque hoy los trenes hayan perdido la elegancia de los de antaño, del tipo del Orient Express, conservan el encanto del traqueteo, de los bamboleantes paseos por sus corredores, de sus cafés e incluso de sus almuerzos en el vagón-bar mientras el campo discurre acelerado a través del ventanal.

La estación de Castellón tiene todos los ingredientes para que me resulte sumamente grata: fue diseñada por un gran ingeniero, hijo de mi buen amigo Enrique Tichell; su director es un muy buen profesional y mejor persona, Daniel Tortosa. De cuando en cuando alberga una exposición de encanto, como la muy reciente 'El cine y el tren' que mostraba cientos de carteles de películas que se desarrollaban total o parcialmente a bordo de un ferrocarril.

Sin embargo, hay aspectos de la estación claramente mejorables. En primer lugar, el espacio para aparcamiento. Teniendo en cuenta que muchos viajeros tenemos que desplazarnos desde los alrededores para tomar el tren, hemos de dejar el coche en algún punto cercano para varias horas o incluso para un par de días.

El espacio para aparcamiento próximo suele estar completo para desgracia de los 'gorrillas' que se malganan la vida señalándonos el hueco que descubriríamos igualmente sin su ayuda.

Tras fracasar en el intento en proximidad, la segunda zona es un terreno algo elevado, sin asfaltar, donde los socavones son de tal envergadura que ponen en riesgo no solo las ballestas de la suspensión sino los propios bajos del coche. Por añadidura, la oscuridad del lugar pone en peligro la seguridad del vehículo y aún más la nuestra propia.

Luego está la dificultad de comunicación con el expendedor de billetes. Mi petición es siempre la misma: billetes para Madrid o Barcelona, en un vagón próximo a la cafetería y con asientos orientados en el sentido de la marcha. No parece una gran exigencia pero casi nunca tengo suerte: con mucha frecuencia viajo de espaldas a la marcha y muy alejado del bar.

Si viajan a Barcelona con Euromed les recomiendo la clase Preferente. La diferencia de precio con Turista es minúscula y el trato resulta muy superior, incluido almuerzo o cena, bebidas, periódicos y simpatía. Por el contrario, en el Alvia o AVE rumbo a Madrid, no merece la pena. Apenas hay diferencia entre las clases.

El Alvia tiene desde hace un par de años, la desventaja de que el trayecto desde Castellon se extiende hasta Vigo con lo que los retrasos en el trayecto de regreso son, con frecuencia tan largos que es como si Castellón se hubiera alejado de Madrid unos cien kilómetros.

Recientemente la estación de Castellón ha reestructurado la zona de acceso a los desplazamientos de larga distancia de forma que incluye un pasillo para escanear el contenido de nuestro equipaje, con lo que los bancos de espera se han convertido en espacios muy reducidos e insuficientes. Todo sea por la seguridad, particularmente en estas fechas en que se rememora el 15 aniversario de los atentados de Atocha.

Por añadidura, los viajes a cercanías han compartimentado adicionalmente la zona con lo que la espaciosa estación se vuelve estrecha y hacinada para quienes solo queremos viajar.

Dos últimos peros: los altavoces emiten un eco que impiden la comprensión de los anuncios, aunque los emitan en varias lenguas. Y, por desgracia, casi todos los establecimientos que alegraban la vista a los pasajeros (kiosco de prensa, librería, tiendas de souvenirs etc), han quebrado. Solo quedan los alquileres de automóviles y las cafeterías.

Pese a todo, seguiré viajando en tren a la espera de que mejoren los servicios de nuestra querida estación de Castellón. Ánimo señores responsables. No parece tan difícil.