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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

Corregir lo políticamente correcto

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Hoy en día el lenguaje político-social está tan pervertido que con frecuencia es difícil adivinar de qué nos quieren hablar nuestros políticos que, para no pillarse los dedos, dicen lo contrario de lo que piensan y con ello confunden al personal.

Ejemplos:

Después de cada acto de terrorismo yihadista cometido en el mundo y, sobre todo en Occidente, lo políticamente correcto es recordar algo obvio: que no todos los musulmanes son terroristas y, de paso, autoflagelarnos reflexionando sobre lo que  habremos hecho mal en el proceso integrador de los inmigrantes cuando en su segunda o tercera generación se revuelven contra nosotros.

Por supuesto que no todos los musulmanes son terroristas. Si así fuere, los casi 50 millones de ellos asentados en Europa o los 1400 millones en el mundo, hubieran acabado ya con los cristianos.

Conservo excelentes amigos árabes de nuestros años en Túnez. Eran personas afables, cultas y generosas. Respeto también a tantas familias musulmanas asentadas en España que con su trabajo contribuyen a su prosperidad y de paso, a la de nuestro país. No, claro que no todos los musulmanes son terroristas pero lo cierto es que todos los terroristas son musulmanes y por el contrario no lo son otros inmigrantes  procedentes de diversos pueblos y culturas en condiciones no menos difíciles.

Es políticamente correcto compadecerse de los refugiados, pedir un esfuerzo adicional a nuestras sociedades plagadas de parados, para que reciban a esos millones de desheredados de la fortuna que huyen de la guerra, de la pobreza y del hambre.

En Europa y en el resto del mundo desarrollado estamos política y legalmente comprometidos a recibirlos en virtud del Tratado de Naciones Unidas firmado en 1951 y a protegerlos en igualdad con los nacionales ofreciéndoles vivienda, trabajo, sanidad y educación, pese a que muchos millones de nuestros nacionales no pueden alcanzar todos esos beneficios sociales. Para poner a los refugiados en situación de igualdad ¿Habrá que apuntarlos a la lista del paro?

La corrección política nos ha llevado a ocultar las estadísticas sobre la violencia de género cometida contra los hombres. Los últimos datos que circularon hará unos 10 años, hablaban de que un 10% de los crímenes cometidos por este concepto tenían por víctimas a los hombres. Hoy solo se contabilizan las víctimas femeninas.

Recordarán a aquel sacerdote de pueblo que queriendo comprender a los violentos tuvo la desgraciada idea de decir qué maldades tendría que cometer aquella mujer  para que su pareja hubiera tenido que asesinarla. Aquel disparate le costó la parroquia y supongo que su carrera religiosa. Un crimen no se puede justificar bajo ninguna circunstancia.

Y sin embargo, cuando el crimen es cometido por la mujer, los tribunales tienden a ser más comprensivos a la hora de justificarlo y como primera providencia se ha optado por no hablar de ellos ni seguir sus estadísticas. Parece ser que detrás del tema hay muchos miles de millones en circulación y no pocos chanchullos.

La corrección política en el terreno de la educación de nuestros hijos lleva a extremos absurdos que, basados en el permisivismo y en la búsqueda de la felicidad de nuestros vástagos, está creando -en opinión de un brillante fiscal de menores- verdaderos delincuentes juveniles. Corregir a nuestros menores, castigarlos, sancionarlos y -¡Dios nos libre!- zurrarles, es delito y puede llevar a los padres al alejamiento de sus hijos o incluso a la cárcel.

Criticar a la izquierda es de lo más políticamente incorrecto. La izquierda monopoliza el icono de la ética política y ello se lo han creído los progresistas y también los moderados que van por el mundo con complejo de fachas y se sienten incapaces de quitarse de encima la losa del fascismo y del franquismo. Los nazis cometieron muchos crímenes. Tienen en su haber millones de muertos, pero sin duda muchos menos que los comunistas que, por añadidura, destruyeron la esperanza de varias generaciones de europeos, sumando cientos de millones de personas.  Ningún partido se atreve hoy a llamarse nazi o fascista pero muchos siguen alardeando de ser comunistas.

Habría muchos ejemplos más de lo que es políticamente incorrecto y que al evitar la etiqueta hay que hacer piruetas dialécticas que al final nos hacen caer en la falsedad y en la confusión, sin saber ni de lo que estamos hablando. Llamar afro-americanos, subsaharianos o morenos a una parte importante de la población, o llamar progres a los comunistas, confundir la tolerancia con el pasotismo, son simples formas de intentar confundir la realidad de las cosas.