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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

La calle

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Hace muchos años, siendo Fraga ministro de Gobernación, pronunció aquella frase que ha quedado grabada en nuestra terminología política: " La calle es mía". Don Manuel se pasó varios pueblos, aunque con ello quisiera hacer una llamada a la seguridad y la concordia en las ciudades de España.

Conviene dejar claro no solo que la calle no es de nadie y es de todos ("La calle pertenece al viento" que diría ZP) sino que la Constitución respalda el derecho a utilizarla para manifestaciones públicas siempre que éstas se atengan a las reglas del juego. Va a ser necesario recordar esto en los tiempos que se avecinan, pues parece evidente que para la izquierda española el espacio de las Cortes no está siendo suficiente para expresar sus ideas y debatir los problemas del país.

No es esto nada nuevo. Cada vez que la izquierda pasaba a la oposición -lo que desde el comienzo de nuestra joven democracia venía a ocurrir uno de cada tres años- las calles se llenaban de manifestantes hasta el punto de que Madrid llegó a tener una media de diez manifestaciones diarias, algunas de ellas muy concurridas e incluso violentas.

La cosa ahora está tomando otro cariz aún más inquietante y la ocupación de la calle pasa a ser patrimonio de Podemos. Surge ello como consecuencia de una dinámica política en que esa formación había quedado opacada entre la parsimonia del PP, la crispación del PSOE modelo Sánchez y el vaivén de Ciudadanos. Podemos estaba no solo desaparecido del mapa político sino que tras las bambalinas, sus principales actores se estaban arañando y fracturando entre el ala radical y la moderada.

Parece evidente que, por el momento, el PP ha ganado la partida, que Ciudadanos se apuntará el tanto de haber propiciado esa victoria y que el PSOE va a jugar la partida de la moderación socialdemócrata al estilo europeo.

En ese panorama, Iglesias no encontró más salida de -aparte de montar pequeños espectáculos en el hemiciclo- saltar de nuevo a la calle que es donde nació y donde mejor se mueve. Esa calle no va a ser solo la Puerta del Sol, a la que no dudo se volverá en evocación  del 15-M, sino a rodear las Cortes tratando de ilegitimar cuanto ocurra en ella en los próximos días y también inspirando boicots tan impresentables como el de la charla de González y Cebrián en la Universidad Autónoma de Madrid.

Asomarse a la TV en los últimos tiempos es como entrar en el túnel de los horrores y de la violencia. Dos guardia civiles con sus parejas son apaleados frente a un bar en Alsasua; los partidos de fútbol no solo se dirimen en los estadios sino en las calles; los crímenes más atroces, la violencia de género, las misteriosas desapariciones hacen las delicias de programas tipo ‘El Caso’.

En definitiva, nuestras calles se están volviendo sucias y peligrosas mientras los ayuntamientos y el gobierno parecen incapaces de frenar esa fea tendencia.

Al contrario, en algunos casos parecen estimularla por ejemplo con los desplantes de Puigdemont y Colau contra las decisiones constitucionales o los dislates de Carmena cerrando las puertas de Madrid a lo que pudiera desplazarse desde Londres después del Brexit.