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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 16:56

Año nuevo, 2018

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Me hubiera gustado empezar el año escribiendo mi columna sobre algún buen libro que recomendarles, unas películas que ver o un país que visitar. Y sin embargo, aquí me tienen, envuelto todavía muy a mi pesar, en esta preocupación que nos tiene absorbidos desde hace muchos meses: la crisis catalana, que en el fondo, es el problema de la unidad de España.

Los españoles de mi generación, excluidos los catalanes separatistas, no podemos concebir que algún día, en diez años o diez lustros, nuestro país pueda verse quebrado por el flanco catalán o por algún otro.

Son ya muchas las generaciones, más de treinta, que hemos vivido en la España tal como ahora está configurada y resulta difícil imaginar nuestro país con unas fronteras diferentes a las que hemos heredado. Sería tan inconcebible como despertar una mañana y aguardar un amanecer que no llega. Debemos sentirnos dichosos por esa certidumbre ya que no son muchos los países en el mundo que puedan decir otro tanto.

Estoy convencido que ni nuestra generación ni las de nuestros hijos o nietos, verán la ruptura de España o la independencia de Cataluña. Esta afirmación categórica debe tener, sin embargo, una reserva y es que España no se romperá mientras haya un gobierno central que tenga la suficiente fuerza centrípeta para mantener bien sujetas a las regiones y tenga la convicción para combatir los intentos secesionistas.

No dudo que cualquier gobierno de un partido como el Popular u otro con semejante determinación como el Socialista o Ciudadanos, serían capaces de mantener la unidad del país. Lo mismo digo si algún día, partidos como VOX o UPyD cobraran vigor. Otro asunto seria si formaciones con extrañas ideas sobre lo que es España y sobre cómo deben articularse nuestros territorios, accedieran al gobierno central.

Acaba de formarse la mesa del parlamento catalán y muy pronto se configurara el Govern. Es prácticamente seguro que una y otro quedarán en manos de partidos separatistas con lo que habremos hecho un pan con unas tortas: se activó el 155, se aceleraron las elecciones para que vencieran las mismas fuerzas y no aflorara más novedad -y no es poca- que ver a algunos ex-dirigentes en prisión o en fuga y otros escarmentados por lo que les pueda caer.

Cataluña sigue sin querer comprender lo que está ocurriendo: que por la vía del secesionismo no existe más salida que la ruptura social, el aislamiento y el empobrecimiento. Dos millones de catalanes parecen dispuestos a encajar una recesión del 30%, a verse excluidos de la Unión Europea y a aceptar los choques familiares y sociales durante un plazo indefinido, si el premio que reciben es la independencia.

Al menos aquellos que han tenido que enfrentarse al poder judicial han modulado sus posiciones y en muchos casos han arrojado la toalla. No es satisfactorio que el poder ejecutivo haya delegado parte de las responsabilidades que debían corresponderle, en los otros dos poderes: el legislativo y principalmente el judicial.

Diríase que en los últimos meses es el poder judicial el que toma las decisiones que nos gobiernan. No creo que deba ser ese el camino ya que en una democracia que respete la división de poderes, los que están llamados a desgastarse y verse sometidos a los plazos electorales son el Ejecutivo y el Legislativo. En la España de nuestros días, el Judicial está jugando un papel demasiado importante. Se nota demasiado y sería muy deseable que pasara bastante más desapercibido.

Roger Torrent, diputado de ERC es ya presidente del Parlament y en su discurso inaugural, a pesar de sus llamadas a la restauración institucional, con sus críticas al 155 de la Constitución, a los encarcelamientos y al castigo infligido a quienes tuvieron que huir de España, toma una posición no muy diferente a la que adoptó su predecesora, Carmen Forcadell, que durante su breve mandato consiguió acumular hasta cuatro imputaciones aún abiertas y pendientes de juicio.

Tras llevarse ERC el segundo cargo más importante de Cataluña, todo parece indicar que la presidencia de la Generalitat recaerá en JXCAT y quién sabe si no en el propio Puigdemont. Confiemos en que no sea así y que el futuro President, aun siendo independentista, venga con un currículum judicialmente limpio que le permita empezar su trayectoria desde la legalidad.