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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

Todos contra España

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Los grandes países ya no somos lo que éramos. Produce tristeza observar los debates parlamentarios del Reino Unido en que la flema y el gran estilo británico ha sido barrido por soflamas y berridos que parecen pronunciados por irracionales más que por humanos.

Apena ver la 'Douce France' destrozada literalmente cada fin de semana por los 'chalecos amarill0s' que destruyen cuanto pueden para protestar, entre otras cosas, por el aumento del precio del gasoil (!).

No es menos lamentable ver el espectáculo político de la grandiosa Italia en que los dos partidos extremos (La Liga y Cinco Estrellas, algo así como Vox y Podemos) han pactado para hacerse con el poder que están ejerciendo con tan poco acierto como cabía esperar.

Sin hablar de los EEUU capitaneados por el sorprendente Trump o Rusia, acusando al mundo con sus "fake news". Y Alemania donde sus periodistas ponen contra las cuerdas a cualquier Ministro de Exteriores que se les ponga por delante.

Apunto esta relación de grandes países, quizá ya lo han adivinado, como preámbulo a señalar el bache moral que está atravesando  España que tan pronto se ve piropeada como el mejor país del mundo en que vivir o se le considera una de las más aquilatadas democracias del planeta, como llueven sobre ella desde todos los flancos las más graves acusaciones.

Desde Méjico, López Obrador nos exige que pidamos perdón por los desmanes que Hernán Cortés cometió en su día al trasladar a aquel territorio violento de los Aztecas, la civilización, la cultura y la religión más compasivas de Occidente. La petición del presidente mejicano responde al rencor de ciertos países iberoamericanos que con frecuencia acusan a España de no haber sido capaces de construir al Sur de Rio Grande lo que los ingleses hicieron al Norte.

Olvidan que para ello quiza hubiera sido 'conditio sine qua non' proceder al exterminio de la población indígena y evitar escrupulosamente el mestizaje como lo practicó España en un 90% de casos frente a las reservas indias y a un pobre 3% de mestizaje en el flanco Norte.

Desde Francia, un grupo de 41 senadores se manifiestan en favor de los secesionistas catalanes y aunque el gobierno de Macron reaccionó con premura  contra sus senadores, ahí queda eso. Alguien dijo con buen humor que este tipo de agresiones se resolvían por la vía rápida "untando" a un buen grupo de periodistas simpatizantes del secesionismo corso, como Cataluña viene haciendo con periodistas de medio mundo, utilizando el dinero de todos los españoles.

Desde Bélgica, Escocia y Suiza nos están insultando cada día dando refugio y altavoz a los fugados de la justicia española tras el golpe de Estado catalán. Como también lo hizo la judicatura de Schleswig Holstein al rehusar la repatriación de Puigdemont. Ello solo pone de manifiesto hasta qué punto es endeble el sistema judicial de la Unión Europea.

Por si todo ello fuera poco, en los últimos días con la Iglesia hemos topado. Nada menos que el Santo Padre, Francisco I, se despacha a gusto contra España. Primero diciendo que visita Marruecos para participar del dolor de los emigrantes. Para ello mas útil le hubiera resultado visitar España donde en los últimos años hemos recibido a millones de ellos a quienes se trata con mayor generosidad que a los parados e indigentes españoles.

De la entrevista concedida al impresentable Jordi Évole, las respuestas del Papa sobre las concertinas y el buque Open Arms, mejor me remito al atrevido artículo que Alfonso Ussia publicó hace poco en La Razón con el título de "La paz del Papa". Quizá porque San Juan Pablo II visitó España cinco veces durante su mandato, Francisco I  aun no nos ha visitado, como lo hacen 90 millones de turistas, mucho menos distinguidos claro, cada año. En fin, deberemos esperar, como dijo el Santo Padre, a que llegue la paz. Aunque  no estoy muy seguro a qué paz se refería.