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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 23:00

¿Anular, mantener, reformar?

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Enrique Domínguez. Economista.

Se han publicado recientemente las cifras del paro registrado en la provincia; se han comportado como era previsible, con descensos motivados por la mayor contratación de cara a las navidades. Ha sido algo habitual en estas fechas en los años precedentes.

Esas cifras de parados han descendido en todos los grandes sectores, principalmente en el de servicios. Se argumenta que el paulatino descenso del paro registrado ha sido motivado, en gran medida, por la reforma laboral implantada hace casi cinco años.

El número total de contratos firmados en este último año ha ido al alza en la provincia, aunque en porcentajes algo inferiores a los de la Comunidad Valenciana y España. Por contra, la provincia sigue siendo de las primeras, la séptima en 2016, con un mayor porcentaje de contratos indefinidos firmados; sin embargo, este tanto por ciento sólo ha sido del 10,89% frente al 8,96% en la CV y al 8,58% en España.

Y aquí vemos las sombras de esas cifras positivas que 2016 nos ha dejado, los efectos de la reforma laboral y, también, del estallido de la burbuja inmobiliaria.

El objetivo de la reforma laboral era el de fomentar y potenciar la flexibilidad interna en el seno de las empresas; ello se plasmó en despidos y en reducción de salarios, al principio, y en una mayor precarización del empleo, después.

El país pasó por una fuerte recesión económica, por una contracción importante del PIB, por el rescate bancario, por un fuerte ascenso de la deuda y del déficit. En el primer año de la reforma y a pesar de la misma, las cifras de parados se incrementaron. Luego, desde diciembre de 2012 fueron descendiendo hasta alcanzar los 43.361 parados en este último diciembre.

La reforma también acentuó la contratación temporal. Si en plena burbuja inmobiliaria los contratos indefinidos fueron el 15,61% en 2006, en plena crisis bajaron del 10%, aumentando ligeramente en Castellón hasta el 10,89% anotado anteriormente.

Todo este proceso ha dado pie a una disminución del paro a costa de incrementar la contratación temporal o parcial, de reducir las cotizaciones a la Seguridad Social a pesar de aumentar la afiliación, de crear trabajadores pobres, de aumentar la desigualdad social y de no fomentar la preparación adecuada y necesaria, de acentuar el desajuste entre las necesidades de la empresa y los conocimientos del trabajador, de aumentar el paro juvenil y el de personas de mayor edad.

En estos días hemos podido leer que las principales profesiones demandadas son las de camareros, peones y limpiadores. Por el contrario hay demasiado personal excesivamente preparado que tiene que ocultar sus conocimientos para ser contratado o irse al extranjero.

Y también hemos leído que nuestro principal sector, el cerámico, está buscando horneros, electromecánicos o informáticos y no los encuentra. ¿Debe, como antes, quitárselos a la competencia? ¿Por qué no se programa un cursillo una vez detectada la necesidad por quien corresponda?

¿Queremos ser un país de camareros y peones (con todo el respeto hacia ellos) en lugar de un país en el que la innovación, la calidad y el saber hacer sean su base?

La reforma laboral no ha conseguido nada de esto y, por ello, debería, al menos, modificarse ampliamente. Pero no solamente la reforma laboral; la educación, la formación profesional, la investigación en todos los niveles, la innovación deberían ponerse en solfa.

Porque, de lo contrario, mal lo tenemos a medio plazo. Con el descenso anual del número de parados nos quedan aún algunos años para llegar a las cifras de la pre-crisis. Y no es fácil. No se trata sólo de cambiar normas, hay que modificar hábitos, enfoques, visiones de futuro. Y eso, cuando el consenso es forzado…

Anular, mantener, reformar ¿cuál elige usted?