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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 14:33

Unidad Popular, ¿para quién?

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Alejandro Moreno. Psicólogo. Educador. Cooperador Internacional.

En algunas ocasiones he pensado que los partidos que mantienen el sistema de explotación y opresión, llámese capitalismo, democracia occidental, etc. Han robado el uso de conceptos como el de Desarrollo, Libertad, Revolución. Y todo a su conveniencia. En España la derecha heredera del Franquismo se apodero del concepto Popular, seguramente ellos dirán “sin populismos” claro.

Hoy en día las alternativas contrapuestas a esa tendencia política, la llamada ‘ízquierda’ y la llamada ‘ni izquierda ni derecha’ pero que en el fondo reconoce que es de izquierda, debaten a lo interno y a lo externo el cómo derrocar la estructura política bipartidista del gobierno del Estado Español. Cómo crear la unidad Popular, por lo que nuevamente aparece el concepto que ya la derecha se apropió, y que ya existió en su momento con el frente popular que conquistó electoralmente el poder que le fue arrebatado mediante la fuerza militar, y que precisamente los antecesores de esta derecha masacraron y casi aniquilaron en su totalidad.

Hoy en el ámbito europeo, Syriza nos ha enseñado una posibilidad unitaria para derrocar al sistema, pero también nos está enseñando que hay que más que bajarse los pantalones, actuar en reflujo político de vez en cuando. Ya que es muy complicada la lucha sin que haya más ensañamientos con los pueblos.

Entonces queda la pregunta en el aire: cuál es la salida, cuál es la alternativa?

Reflexionando en esa salida varios personajes de la vida política se enfrascan en la táctica y la estrategia de la conformación de la unidad popular. En el mundo y en la historia de la lucha de clases, y lucha política, ha habido varias experiencias, el Chile de Allende, la ofensiva general del FSLN son algunas de las conocidas y contrastadas. Varios métodos de convergencia, varias formas de procesos unitarios, varias enseñanzas de momentos y tiempos para conquistar el poder. Y esas experiencias también nos han demostrado que hay formas para llegar y mantener ese poder, o para perderlo. Siempre la clave ha sido la participación y la lucha de los pueblos, su incorporación masiva a las diferentes ofensivas en tiempo y en forma. Los planteamientos y los acuerdos han sido cupulares políticamente, pero la fuerza siempre ha dependido de lo que conocemos como las masas y su participación activa, su compromiso con la lucha y con la causa. Pero si la causa no es compartida habrá fracaso, si la causa es solo por los intereses de una o dos o tres cúpulas, todo está condenado al fracaso. Los que debaten y proponen tienen que ver que hay que responder a las intereses, a las necesidades y a las expectativas de la gente, del pueblo organizado y hasta el desorganizado, porque son ellos los que van a mantener, sí o no, la llegada a un poder que hay que transformarlo, para que lo ejerza en su momento y en su tiempo el pueblo en unidad, es decir en unidad popular.

Si no tenemos claro esto, por más que unos u otros digan, que deseamos esa unidad porque es la hora de todos, es el ahora en común, o que realmente entre todos juntos Podemos, iremos directos al fracaso. Ahora, si dejamos de lado esos egos mesiánicos, esas tesis de autenticidad y nos ponemos a disposición de un verdadero movimiento popular, puede ser que con la fuerza de ese movimiento lleguemos a provocar ese cambio. Podemos llegar primero o después electoralmente, y así establecer nuevos parámetros y reglas del juego y proporcionar el poder a la gente, para la autogobernanza, la autogestión, la libertad, la autonomía la independencia compartida, mediante su participación responsable desde lo propio, lo identitario, lo local. Aportando hacia arriba las formas y los métodos del cambio en común, los cambios entre todos juntos demostrando que sí que podemos hacer las cosas en común y gestionar la Unidad popular del todo para todas y todos.