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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:31

Abengoa

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José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.

Esta semana ha sido noticia la presentación del pre concurso de acreedores de Abengoa.

La gravedad de esta declaración viene dada por varios motivos; ha sido hasta ahora la empresa líder en España y de referencia en muchos países en el área de las denominadas energías limpias.

Esta empresa ha estado cotizando en el IBEX 35, es decir ha formado parte del selecto grupo de las Treinta y Cinco compañías con mayor capitalización bursátil (es decir las treinta y cinco más grandes) españolas del mercado continuo.

Dos reflexiones complementarias sobre este pre concurso de acreedores, plazo que otorga la nueva legislación mercantil a las compañías para negociar su deuda, en torno a cuatro mil millones de €uros, antes de iniciar el periodo de liquidación.

Resulta llamativo, preocupante y sorprendente que una empresa que cotiza en Bolsa, que está sujeta a controles rigurosos y trimestrales por parte de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, haya conseguido saltárselos.

Quiero pensar que la información facilitada no ha sido la adecuada, pues si lo ha sido la deducción es obvia: los papeles no se los lee nadie, pues si con una deuda de este calibre, los estados financieros han sido dados como válidos y no han visto las dificultades para renovarla, casi que mejor que se vayan; invertir en bolsa para el pequeño ahorrador se ha convertido en  una ruleta rusa.

Con lo que hemos pasado en los últimos tiempos, Bankia, el rescate de una buena parte del sistema financiero, tener ahora la sensación que el regulador del mercado no se entera es alarmante y decepcionante.

Las energías renovables y en particular los llamados huertos solares, nacieron con un modelo de negocio viciado, pues una de sus patas se asentaba en el movedizo terreno de las subvenciones de organismos oficiales, con el riesgo añadido que estas subvencione eran perpetuas, por el hecho ideológico de tratarse de energías alternativas al caro y contaminante petróleo.

Se ofrecieron participaciones de los huertos solares a inversores medios con el argumento de ser el mejor plan de pensiones, pues era el plan perfecto: se aportaba una cantidad, normalmente en torno a seiscientos mil euros, que servían de base para la construcción y a la vez se obtenía una financiación por una cantidad similar a la invertida a largo plazo. La producción estaba vendida a un precio marcado de antemano, pues con independencia del precio del mercado el Estado garantizaba el diferencial hasta un total que permitía devolver el préstamo y obtener una rentabilidad asegurada en el tiempo de casi dos dígitos (10%).

Todo este castillo de naipes cayó cuando las compañías distribuidores quisieron cobrar por recibir esta producción y el gobierno de turno no tenía dinero para pagar esta subvención y sirvió de corolario la bajada del precio del petróleo, con una diferencia de precio aún mayor.

Muchos pequeños inversores quebrados, endeudados hasta las cejas y con propiedades embargadas.

Trasladen esto a una gran compañía cotizada en bolsa y no tenemos la caída de un castillo de naipes, sino el derrumbe de Abengoa.