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viernes, 19 de abril de 2024 | Última actualización: 00:44

Sobre Siria y otras intervenciones

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Lo que está ocurriendo en Siria es muy grave. Cien mil muertos y dos millones de desplazados. Tan grave como lo que pasaba en  el Irak de Sadam Hussein o en Libia de Gadafi, incluido genocidio y utilización de armas químicas.

Reflexiones cuando las espadas están aun en alto:

El mundo se revolvió contra el Presidente Bush y sus aliados (entre ellos Aznar) por creer erróneamente que aquella intervención se hizo sin contar con el respaldo de Naciones Unidas. Falso: sí hubo acuerdo internacional para frenar los desmanes de Hussein.

Cuando no ha habido, por el momento, decisión onusiana para intervenir es ahora, cuando el Presidente Obama –el único Nobel de la Paz a quien se concedió el premio por si un día llega a merecerlo- está listo para actuar en operación de castigo contra los centros militares de Siria. El Reino Unido en un principio dispuesto a hacer un seguidismo automático como fiel aliado de EE.UU. ha recibido un NO a la intervención en su Parlamento. Francia, muy en contra de lo que hizo con Irak, está ahora dispuesta a intervenir cuenta habida su presencia histórica en el país.

España, que salió malparada de la acción contra Hussein, no está ahora para guerras, no ya solo por el descenso en nuestro presupuesto militar sino por el quebranto político que supondría para el gobierno popular entrar en una operación no legitimada internacionalmente y sin  respaldo ciudadano.

De ahí que España haya optado por una actitud cauta y, en mi opinión, acertada: esperar el informe de los expertos de la ONU sobre el uso de armas químicas, intentar un acuerdo en el Consejo de Seguridad y, solo entonces, decidir. El único problema es que, para entonces pueden haberse producido otros cientos o miles de muertos.

Si finalmente se produce la intervención, la OTAN parece dispuesta a dar su acuerdo, España quizá envíe algún buque con fines humanitarios y convendría que algunos países islámicos como Turquía y Arabia Saudí participaran en la operación para evitar la sensación de que se trata de un choque de civilizaciones.

Conseguir el consenso en el Consejo de Seguridad no va a ser fácil debido al probable veto de dos de sus miembros permanentes –Rusia y China-. Vista la inoperatividad de Naciones Unidas, la opinión pública mundial se pregunta si ante claros crímenes contra la humanidad, no sería conveniente buscar la alternativa de una intervención de coaliciones internacionales suficientemente representativas. Delicada decisión que llevaría a operaciones siempre indeseadas por algún sector del mundo.

Está por ver la reacción de Siria que cuenta con un ejército fuerte  y que pese a su régimen dictatorial es un país de larga cultura y tradición. Si la eliminación de Sadam Hussein y de Gadaffi no despejaron los problemas de Irak y Libia, la de Bashar el Assad llevaría al país a un caos comparable a los que estamos presenciando en Egipto, Túnez, Yemen o Libia, con el casi inevitable auge del terrorismo islámico como desenlace final.

No hay que ignorar que Rusia, China e Irán son aliados de Siria y alertan sobre las consecuencias  catastróficas de una intervención, de ahí que el espectro de una tercera guerra mundial rebrote inquietantemente.

No cabe duda de que lo que ocurra en Siria –como en todos los otros países de la “Primavera árabe”- está teniendo consecuencias mundiales: subida del precio del petróleo, desestabilización de los mercados bursátiles, recelos sobre las secretas intenciones militares norteamericanas, descrédito de la ONU, turbulencias en nuestro vecindario árabe.

La principal duda y contradicción en este conflicto es que el derrocamiento del tirano sirio traería consigo el reforzamiento de Al Qaeda en la región, por lo que resultaría más sensato mantener el statu quo aun cuando ello conlleve ignorar la voluntad de parte de la sociedad.

No es por cerrar esta columna con una nota inquietante pero la III Guerra Mundial ha comenzado ya. Lo hizo el 11-S de 2001. No hay que creer que esta guerra será como las demás, que se desarrollará en campos de batalla y que la librarán nuestros soldados. La actual guerra empezó en Nueva York y en Washington, siguió en Madrid, Londres, Estambul, Rabat y Bali. Está siendo una guerra diferente en que las víctimas somos civiles. Cuidado con ella. Evitarla puede entrecruzarse con reglas democráticas y será necesario ver con claridad cuáles son las prioridades y cómo salvar las inevitables contradicciones.