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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 12:37

¡No cuesta nada! Marca la X en la declaración de la renta

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Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón

Queridos diocesanos:

Nuestra Iglesia no puede dejar de cumplir la misión que Jesús le ha confiado. "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación" (Mc 16,15), dice Jesús a sus discípulos antes de volver al Padre. La Iglesia existe para evangelizar; ésta es su razón de ser y de existir, su gozo más profundo. A pesar de las dificultades ambientales para el anuncio y vivencia del Evangelio, de la secularización de nuestra sociedad, de los intentos de silenciar la fe cristiana, nuestra Iglesia ha de de seguir llevando el Evangelio a todos, con su palabra y con sus obras.

Para cumplir esta tarea que Jesús le encomendó, nuestra Iglesia cuenta con la asistencia del Espíritu Santo, con la fuerza de la Palabra de Dios y con los Sacramentos, que son el medio para que la buena Noticia y la gracia salvadora de Jesús llegue a quienes acojan la nueva Vida que brota de su muerte y resurrección. Pero nuestra Iglesia necesita también de medios humanos: personales, materiales y económicos, porque sin ser de este mundo está, vive y actúa en este mundo.

Es necesaria, en primer lugar, la implicación personal, activa y responsable de todos los bautizados en la vida y en la misión de nuestra Iglesia, y es precisa también la colaboración económica de todos nosotros. Sin medios económicos, no podemos llevar a cabo la atención humana y espiritual de todo aquel que se acerca a nosotros ni podemos mantener tantos servicios caritativos y pastorales necesarios para la evangelización: el anuncio del Evangelio, la catequesis, la formación de los cristianos adultos, la remuneración de los sacerdotes y otras personas al servicio de la Iglesia, el culto, la atención de las parroquias, la acción caritativa y social hacia los pobres y necesitados –aquí y en países más pobres-, la conservación del patrimonio y de los templos, y tantas otras cosas más. Muchas son las tareas y necesidades de nuestra Iglesia, pero pocos los recursos económicos de que disponemos.

Todo católico tiene el deber de ayudar a su Iglesia en sus necesidades y de colaborar económicamente con ella. La financiación de nuestra Iglesia depende de todos cuantos la formamos. Siempre ha sido así. Desde la primera comunidad cristiana, la financiación de la Iglesia ha dependido siempre de la colaboración económica de sus fieles. Y más aún lo es ahora porque el Estado ya no incluye a la Iglesia en sus presupuestos, -ya no 'paga' a la Iglesia católica, como solemos decir-; el Estado tan sólo transfiere a la Iglesia lo que se recauda por la asignación tributaria.

Un modo muy importante, pues, de colaborar económicamente con la Iglesia católica es marcar con una X la casilla destinada a la 'Iglesia católica' en la declaración de la renta que ya ha comenzado. De aquí la importancia de marcar con una X la casilla correspondiente a la Iglesia católica en la declaración de la renta. Debemos revisar personalmente nuestras declaraciones y preocuparnos personalmente de poner la X o, si nos hacen la declaración de la renta, hemos de asegurarnos de que se ponga y no dejarlo en manos de otros.

Recordemos que al poner la X no pagamos más impuestos, si la declaración es positiva, es decir, si sale a pagar; y, si es negativa, es decir si sale a devolver, tampoco nos devolverán menos. Marcar la opción 'Iglesia católica' es además compatible con la de 'otros fines de interés social'; la Iglesia no recibirá menos por ello.

Poner la X para la 'Iglesia católica' es un modo eficaz de ayudar a nuestra Iglesia y a nuestras parroquias en bien de todos, para seguir haciendo el bien y para colaborar por un mundo mejor. Confío que todos nos impliquemos más y en mayor número que años anteriores en la campaña de este año. Y pido de modo especial a los sacerdotes y a los miembros de los consejos parroquiales de economía o de pastoral, que animen a todos a poner la X en la declaración de la renta.

La economía de nuestra Iglesia depende de todos y de cada uno de nosotros. Cuanto más se reciba, más se podrá dar. Lo que se recaude no lo recibe la Iglesia para enriquecerse sino que lo emplea para cumplir su misión, que beneficia a todos. Muchas gracias en nombre de tu Iglesia.

Con mi afecto y bendición,