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sábado, 20 de abril de 2024 | Última actualización: 22:37

La llamada de todos a la santidad

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Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón.

El pasado lunes 9 de abril, el papa Francisco nos ofreció Gaudete et exsultate, una nueva exhortación apostólica. En este caso trata sobre la llamada de todos a la santidad en el mundo actual y toma su título de una frase del Evangelio de Mateo: “Alegraos y regocijaos”.

Quiero empezar agradeciendo al Santo Padre su paternidad, que ejerce de tantos modos; ahora así: señalando, recordando, y exhortando que también el hombre de hoy, cada uno de nosotros, está llamado a la santidad. No es una vocación que uno se da a sí mismo, como una especie de ‘autollamada’, sino que es una invitación de Dios a vivir la vida como senda que conduce al encuentro, la vida, la amistad y la felicidad con Él. Cuando el Papa nos pone delante de esta llamada divina, vuelve a decirnos que, a pesar del mal y de las dificultades, nuestro mundo y nuestro hoy son lugares desde los que se puede caminar hacia Dios, si nos abrimos a su gracia. !Qué importante es que acojamos con apertura de corazón y con auténtica inteligencia lo que el Papa nos propone en la Gaudete et exultate!

En varias ocasiones ha dicho Francisco que estamos siendo testigos no tanto de una época de cambios cuanto de un cambio de época. Todos vemos, en mayor o menor medida, cómo los fundamentos culturales sobre los que se ha venido construyendo Europa, están siendo dramáticamente sustituidos por nuevos paradigmas, cuya validez, está aún por verificar, pues no parece que apunten demasiado alto. En cambio, recorriendo Gaudete et exsultate, el Papa nos ayuda a recordar que hay una cosa que permanece, y que puede iluminar el camino: el sentido de este tiempo nuestro lo sigue determinando Nuestro Señor; la vida es para el diálogo con Él, para el encuentro con Él, y para la amistad sin fin con Él. Es muy diferente cómo mira el Papa al hombre y cómo lo mira el mundo. Evidentemente, ¡no todo está mal! Pero es cierto que va ‘acomodándose’ entre nosotros una mirada al hombre que parece que no consiga ir más allá de ciertas preocupaciones de bajo vuelo, como el ocio, el aspecto exterior, la sexualidad, las modas, o la posesión de cosas materiales. El Papa, en cambio, mira al hombre y lo ve en relación con el Dios que ha hecho todas las cosas, más aún, llamado a la intimidad de vida y de amor con Él.

El mensaje de la exhortación es doble: todos estamos llamados a la santidad y la santidad es algo que está al alcance de cualquiera, si se abre a la gracia de Dios y coopera con ella siguiendo el camino de la Bienaventuranzas. Porque es algo a lo que se nos llama desde dentro de lo más cotidiano de nuestras vidas: el trato en la familia, el trabajo, la acogida de los necesitados, el compromiso con los más pobres, etc. Por supuesto la oración, los sacramentos, la Palabra de Dios; la santidad es para todos y ‘está’ donde siempre, también hoy. Porque la santidad es con Cristo, en Cristo y desde Cristo.

Animo a todos a leer, a meditar, y a compartir lo que el Papa dice en la Gaudete et exsultate. Se puede hacer a individualmente, y ojalá se haga en las familias, en los grupos y en las comunidades, porque dice el Papa que “la santificación es un camino comunitario, de dos en dos”; más aún, añade, “es muy difícil luchar contra la propia concupiscencia y contra las asechanzas y tentaciones del demonio y del mundo egoísta si estamos aislados. Es tal el bombardeo que nos seduce que, si estamos solos, fácilmente perdemos el sentido de la realidad, la claridad interior, y sucumbimos”.

El Papa propone la santidad en este ‘cambio de época’ como algo que puede suceder en medio del mundo, allí donde Dios nos ha llamado, cuando vivimos pegados al Hijo de Dios. Las Bienaventuranzas son para el Papa “el carnet de identidad del cristiano”. Hoy, dice también, “es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que Jesús dice en el sermón del Monte”, porque “la palabra ‘feliz’ o ‘bienaventurado’ pasa a ser sinónimo de ‘santo’”.

Os encomiendo a todos a la Virgen María. Seguro que ella alienta con fuerza este deseo en el corazón del Papa de que todos seamos santos.