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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 11:22

Fácil acceso y permisividad, claves de la nula percepción de los efectos negativos del alcohol en menores

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La edad media en el inicio de consumo de alcohol en España es de 13,8 años, una de las más bajas de Europa lo que significa que muchos de nuestros jóvenes empiezan a consumir alcohol alrededor de los 11 ó 12 años de edad.

La juventud es el colectivo más vulnerable a nivel biológico porque el cerebro está en pleno neurodesarrollo, indica el doctor Augusto Zafra, director de IVANE, clínica de desintoxicación situada en el Hospital Nisa Aguas Vivas. Además, -añade- el preadolescente se sitúa en una etapa de aprendizaje, de conformación de su futuras dimensiones de carácter e interiorización de mecanismos y habilidades de cómo se va a relacionar con el mundo y con el resto de personas. Por ello, los jóvenes a estas edades no tienen las mismas herramientas de afrontamiento y adaptatación que el adulto en relación a la percepción de daño respecto al consumo de alcohol u otras drogas.

Concretamente, en cuanto al alcohol, existe una cultura mediterránea muy arraigada respecto a la permisividad de su abuso/consumo, afirma Zafra, quien asegura que la disponibilidad, la inmediatez y la facilidad de acceso al alcohol a pesar de la legislación actual en España es un factor más a añadir y que sin duda favorece el consumo en edades tempranas.

Imagen del alcohol

Además, el condicionamiento cerebral respecto a los estímulos visuales y auditivos que pueden generar los anuncios televisivos y el marketing son muy poderosos, asevera Zafra, y añade que la línea que separa el mensaje del consumo de alcohol responsable, la tentación a beber, la incitación a repetir el consumo, el abuso en la toma de alcohol y el mensaje de éxito del que se acompaña es delgada, frágil y está sometida a una alta subjetividad y muchas veces a intereses alejados de una vida saludable, que distan de la realidad o el efecto que provoca las bebidas alcohólicas en las personas.

Inevitablemente mi opinión como médico va a estar ligada a la prevención y la mínima interferencia en el menor de edad y a sus condiciones particulares durante la etapa de mayor vulnerabilidad en la que la aparición de un alcoholismo puede generar consecuencias a largo plazo y muchas de ellas de difícil reversión, continúa el psiquiatra de IVANE.

Consecuencias en el menor

Aunque parezca paradójico, parte de la escasa asunción del peligro de sustancias como el alcohol y el cannabis en los más jóvenes viene precedida de tres factores. Por un lado, la popularidad y la fácil adquisición por parte del menor; por otro, la percepción de bajo daño médico a nivel individual que genera en los inicios del consumo, cuando todavía existe un cierto control respecto al momento y la decisión de beber o consumir la droga; y el tercero es el valor de pseudosociabilización otorgado a la bebida en las relaciones entre las personas.

Inevitablemente, las consecuencias puramente orgánicas pueden pasar desapercibidas durante un largo periodo de tiempo, aunque las consecuencias psíquicas tales como la impulsividad, la apatía, estados de ansiedad o las alteraciones comportamentales torpedean la convivencia familiar, la forma de relacionarse a nivel social y los resultados académicos, asevera Zafra.

El cerebro de los menores está en "pleno neurodesarrollo", ya de por sí influenciado por la propia genética individual y los diferentes estímulos emocionales, de aprendizaje y sociales que son captados por los sentidos durante las 24 horas del día. Y cuando ese cerebro consume alcohol y drogas sufre, según el especialista, un estrés mantenido y gratuito en el órgano más complejo que existe en la naturaleza, que en caso de los jóvenes está en proceso de desarrollo y para el que hoy por hoy no existe sustitución ni trasplante posible.

Cómo abordar el alcoholismo en menores

Para Zafra, el abordaje de esta problemática es multidimensional y debe venir de campañas de promoción de la salud y la prevención que integren a diferentes profesionales y cuyo entorno de actuación vendría dado en las escuelas y en las casas para generar un mayor conocimiento y concienciación por parte de todos, que se tradujera a largo plazo a un cambio cultural respecto al consumo de alcohol y de las adiciones en general, fomentando la comunicación de los familiares hacia sus hijos y entrenándolos en la toma de decisiones responsables.

Otras áreas de mejora que facilitarían este trabajo serían –finaliza el médico- cambios en la legislación, adecuar la permisividad de acceso a alcohol a los tiempos actuales y los patrones de consumo del menor que se objetivan cada día, así como facilitar un entornos sociales que fomenten alternativas saludables de relación y de ocio.